Me senté con Frida retozando en
mi regazo a leer Carne de perro de Pedro Juan Gutiérrez y,
mientras lo ojeaba y acariciaba a Frida, me puse a pensar…
Para mí, la puntualidad es algo
primordial por una simple razón: soy incapaz de calcular el tiempo en cuanto a
la distancia. Así que siempre llego temprano a todas partes. Llego temprano
porque salgo temprano, si mi destino está a veinte minutos reales, yo salgo
cuarenta minutos antes, por si acaso, y, si he quedado con alguien que llega tarde,
debo esperar los veinte minutos que me he dado de margen más el tiempo que
tarde en llegar el otro. Este defecto tiene una ventaja: llegar temprano me
hace conocer bares, conozco un sinfín de bares en todas partes; como siempre
llego temprano, siempre me meto en algún lugar a tomar un café o una cerveza,
depende del horario. El día de mi entierro llegaré temprano: “Ah, ¿aún no estoy
embalsamado? Bueno, vengo luego, estoy en el bar”.