jueves, 31 de enero de 2013

CAFÉ CONFUCIO


Me senté con Frida retozando en mi regazo a leer Carne de perro de Pedro Juan Gutiérrez y, mientras lo ojeaba y acariciaba a Frida, me puse a pensar…
Para mí, la puntualidad es algo primordial por una simple razón: soy incapaz de calcular el tiempo en cuanto a la distancia. Así que siempre llego temprano a todas partes. Llego temprano porque salgo temprano, si mi destino está a veinte minutos reales, yo salgo cuarenta minutos antes, por si acaso, y, si he quedado con alguien que llega tarde, debo esperar los veinte minutos que me he dado de margen más el tiempo que tarde en llegar el otro. Este defecto tiene una ventaja: llegar temprano me hace conocer bares, conozco un sinfín de bares en todas partes; como siempre llego temprano, siempre me meto en algún lugar a tomar un café o una cerveza, depende del horario. El día de mi entierro llegaré temprano: “Ah, ¿aún no estoy embalsamado? Bueno, vengo luego, estoy en el bar”.

martes, 29 de enero de 2013

LA GORDA PIP PIRPIP


Me senté con Frida retozando en mi regazo, a leer El oficinista de Guillermo Soccomanno, y mientras lo ojeaba y acariciaba a Frida me puse a pensar…
Gal·la me miró con miedo, sabía lo que se gestaba en mi mente. Presentía lo que estaba apunto de suceder. Y como ella lo sabía y yo también lo sabía la miré antes de que la acción que estaba sucediendo tuviese su natural reacción.

lunes, 28 de enero de 2013

¡QUÉ JUGADOR NOS PERDIMOS!


Me senté con Frida retozando en mi regazo, a leer Mejor Manolo de Elvira LIndo, y mientras lo ojeaba y acariciaba a Frida me puse a pensar…
“¿Y tú qué vas a ser de grande?” No sólo odiaba que me interrogasen, sino que odiaba que me hiciesen preguntas tan personales. ¿Qué voy a ser de grande? ¿Qué carajo le importará a la gente lo que será de grande un niño?

POR LOS PELOS


Me senté con Frida retozando en mi regazo a leer Un guión para Artkino de Rodolfo Fogwill y, mientras lo ojeaba y acariciaba a Frida, pensé en algo que me sucedió recientemente…
Es curioso cómo de repente, y sin yo desearlo, he pensado al mismo tiempo en León Tolstoi y en Nicolas Cage. Supongo que es el resultado de unas neuronas maltrechas, pero no tengo otras, así que debo conformarme con lo que ellas me dictan.
Pero lo que sí puedo hacer, ellas lo permiten, es contar el camino que han seguido para llegar a esta extraña relación de personajes.

jueves, 24 de enero de 2013

¿CÓMO QUE TOFU?



Me senté con Frida retozando en mi regazo a leer El chef de Kubrick de Javier Cortijo y, mientras lo ojeaba y acariciaba a Frida, me puse a pensar…
Los chinos han aportado a la humanidad grandes cosas: el papel, la imprenta, la pólvora, la brújula, el maneki-neko (ese gatito que mueve el brazo incansablemente), etc.; inventos que, de una forma u otra, han cambiado el transcurso de la historia. Pero me gustaría lanzar una pregunta al aire, un grito de desesperación, un alarido de socorro: ¿alguien me puede decir para qué carajo sirve el tofu?

LA TRIBU


Me senté con Frida retozando en mi regazo a leer Memorias de un loco de Gogol y, mientras lo ojeaba y acariciaba a, Frida me puse a pensar…
Recuerdo perfectamente la primera vez que me llamaron gordo. En realidad, no fue la primera vez que me lo dijeron, sino la primera que lo escribieron en un papel.

miércoles, 23 de enero de 2013

LA BARBERÍA


Me senté con Frida retozando en mi regazo a leer Buscavidas de Christophe Dabitch y Benjamin Flao y, mientras lo ojeaba y acariciaba a Frida, me puse a pensar…
Yo prefería al señor Ginés, el otro barbero, por alguna extraña razón, no me daba buena espina. Aparentemente era más simpático, pero había algo en él que no me acababa de convencer; hablaba por los codos, con todo el mundo, y preguntaba, interrogaba a los clientes constantemente: “¿Y su mujer?”, “¿Ha llamado ya a Telefónica?”, “¿Cómo fue la operación?”, “¿Se ha divorciado usted ya?”. Odio que me interroguen, quizás era por eso que prefería al señor Ginés.

martes, 22 de enero de 2013

¿TIENE USTED CARNÉ?



Me senté con Frida retozando en mi regazo a leer La conga de las bananas de Hugo Pratt y, mientras lo ojeaba y acariciaba a Frida, me puse a pensar…
Siempre me ha fascinado el inmenso mundo de las anécdotas. Me encantan, sean divertidas, trágicas, con moraleja o sin ella; si consiguen captar mi atención me basta.
Pero hay otras que odio, son esas que no tienen ningún sentido y que parecen inconclusas. “El otro día, cuando fui a comprar el pan, vi a un perro meando en una farola”. Ahí termina. Esta me la contaron no hace mucho y yo me quedé con cara de imbécil, esperando la continuación, pero no la había, esa era la anécdota.

lunes, 21 de enero de 2013

LA GENTE ME CAE MAL

Me senté con Frida retozando en mi regazo a leer Pura Anarquía de Woody Allen y, mientras lo ojeaba y acariciaba a Frida, me puse a pensar…
Cuando la gente empezó a caerme mal me asusté, me asusté porque temía mirarme al espejo y ver a mi padre. Nunca pensé que mi carácter se iría formando hacia lo inevitable. Lo inevitable es ser lo que uno tiene que ser y, si de algo estoy orgulloso de mí mismo, es que casi nunca he evitado lo que no se puede evitar. Se puede luchar contra ello, modificarlo quizá durante un tiempo, pero jamás cambiarlo definitivamente. Quien más quien menos ha hecho alguna dieta y algunos han logrado perder peso, bien, una vez perdidos esos quilitos de más, ¿alguien ha seguido leyendo el libro y ha llegado a la parte de la dieta de mantenimiento? ¡Nadie! Una vez perdidos esos cinco quilos que sobraban, a comer como hijos de puta nuevamente. Si uno es gordo tiene muchas posibilidades de morir gordo; siempre hay excepciones, claro, pero la mayoría de los gordos moriremos gordos.

sábado, 19 de enero de 2013

RUBÉN EL TERRIBLE


Me senté con Frida retozando en mi regazo a leer en El gato en casa, un artículo sobre los gatos en su vejez, y, mientras lo ojeaba y acariciaba a Frida, me puse a pensar…
Mi compañero sacó la lengua y me mostró una serie de terroríficas cicatrices con los ojos llenos de orgullo. Cuando guardó la sinhueso nuevamente en la boca sonrió, satisfecho, pues una vez más había impresionado a un chaval.

viernes, 18 de enero de 2013

EL RABO DE LA MADROÑO



Me senté con Frida retozando en mi regazo a leer El signo de los cuatro de Sir Arthur Conan Doyle y, mientras lo ojeaba y acariciaba a Frida, me puse a pensar…
Antes de meterme de lleno en la nebulosa de los recuerdos, mentaré a modo de anécdota que Frida me miraba con ojos acristalados y soñolientos, pues aún estaba bajo los efectos de las drogas que el veterinario le había administrado para castrarla. Ahí estaba acurrucada sobre mi falda con el costado depilado y con una pequeña cicatriz. “Las cicatrices son el mapa del alma”, le dije, ella hizo como que no entendía y siguió dormitando.

HERENCIA GENÉTICA



Me senté con Frida retozando en mi regazo a leer Tintín en el país de los soviets de Hergé y, mientras lo ojeaba y acariciaba a Frida, me puse a pensar…
La herencia genética es algo inevitable, una situación de la que nadie ha podido escapar jamás, para bien o para mal. Yo he heredado el colesterol y los triglicéridos que mi padre (al que llamaremos Diego) y abuelo (al que llamaremos Carlo) han tenido a bien regalarme. Además de estas dos taras, tengo otras muchas: tendencia al engorde, al mal carácter, al humor ácido, a la creencia certera de estar por encima del 90% de la población; son pequeñas cosas que uno lleva en su mochila genética y que no podrá abandonar de ningún modo. Pero si hay alguna característica realmente especial de mi carga hereditaria, es que a lo largo de generaciones y generaciones mi familia y yo, como estandarte y último eslabón, hemos sido unos totales y absolutos inútiles para tareas de bricolaje.

EL PANTALÓN DE PANA


Me senté con Frida retozando en mi regazo, a leer El laberinto de las aceitunas de Eduardo Mendoza, y mientras lo ojeaba y acariciaba a Frida pensé en lo que me sucedió recientemente…
Estaba yo repantigado en un poyete cercano a la parada de autobús esperando a que llegase mi transporte para dirigirme a casa de mi madre, donde sin duda recibiría una regañina por haber aparentemente engordado. Cuando una mujer se me acercó. Al parecer sin yo darme cuenta me había sentado cerca de una bolsa de plástico de contenido desconocido para mí y desconocido también para la señora. La mujer cercana a los setenta años era no muy alta, teñida de rubio y con aspecto parlanchín, eso no tardaría en descubrirlo.

SOY UN “PRINGAO”


La Real Academia dice:
pringado, da.
(Del part. de pringar).
1.    m. y f. coloq. Persona que se deja engañar fácilmente.   
Me senté con Frida retozando en mi regazo (Frida es mi gata, una mil padres adoptada en la perrera), a ojear el libro de EL ROTO, Camarón que se duerme (se lo lleva la corriente de opinión), y mientras lo ojeaba y acariciaba a Frida pensé en lo que me dijo un amigo recientemente…
Antes de proseguir con la historia diré, y sólo lo haré en este texto pues sería cansino por mi parte repetirlo en cada uno de los que espero vayan siguiendo, que los nombres de personas que aparecerán en mis relatos son falsos, las personas no. Los nombres los falsearé pues mi intimidad es mía y puedo hacer con ella lo que quiera, pero la de los demás, hasta que no se demuestre lo contrario, es suya.