Se acercó a él,
pues creía a pies juntillas en el orden, en la organización y esa era su noche,
lo decía el calendario, lo decía el convenio y no había más que hablar.
—Perdone señor,
¿Qué está haciendo aquí?
El hombre, un
tipo alto y enjuto de bigote negro y espeso lo miró sujetando el pico, se
limpió el sudor de la frente con un pañuelo y respondió:
—Abriendo esta
tumba… ¿Por?
—Esta es mi
noche, mi hora vamos, hoy es impar y yo estoy de las dos a las cinco, lo pone
en el cuadrante, ¿no lo ha revisado usted?
—¿Qué cuadrante?
Dejó la bolsa en
el suelo, sacó un papel doblado del bolsillo del mono de trabajo y se lo
entregó al hombre del bigote, que lo desdobló y lo miró de forma distraída.
—Ya veo, un
cuadrante, no, no tenía constancia.
—¿Pero es usted
del sindicato? Esto llega cada mes con la revista.
—Ah, en ese caso
es lógico que no lo haya recibido, no estoy sindicado.
—No comprendo.
—Soy un
profanador freelance.
—¿Qué significa
eso? —dijo sin parar de sorprenderse.
—Independiente,
que no dependo de ningún sindicato ni organización.
—Si eso lo
comprendo, pero no es posible, según el último cónclave de profanadores y
saqueadores de septiembre de dos mil once todos debemos estar afiliados, por un
tema de organización y en contra de la competencia desleal, esto es una
irregularidad en toda regla.
Alzó el picó y
golpeó el nicho, que pareció ni inmutarse ante el impacto.
—Pues ya ve.
—En ese caso
tendré que denunciar esta situación ante la autoridad competente.
El hombre del
bigote se giró y miró atentamente al primero, se peinó el bigote y observó al
diminuto hombre que tenía frente a él, tocado con un mono de mecánico, una
boina calada y barba de dos días.
—¿Va usted a
llamar a la policía?
—La policía no
tiene competencia en nuestros asuntos, informaré al delegado de zona y espero
que él tome las medidas precisas para que el enlace levante acta ante el
comité.
—Siendo así, que
tengo usted una buena noche caballero —Y volvió a golpear el nicho con el pico
y pareció que ahora si había notado el envite pues se desprendió una pequeña
partícula de piedra.
—Pero eso será mañana
por la mañana, no puede abandonar mi puesto, así que le ruego que se marche, déjeme
sus datos y mañana se pondrán en contacto con usted, no creo que la sanción sea
muy dura.
—Lamento decirle
Mariano, que no me pienso mover, y también lamento decirle que está usted
empezando a ser muy molesto.
—Yo no me llamo
Mariano.
—Pues quítese esa
boina de cateto.
—Oiga, que yo a
usted no le he faltado.
—Usted me está
hinchando las pelotas desde el minuto cero, viene aquí con no sé qué historia
de sindicato, de enlaces y de sanciones, no le he pegado un bofetón pues tengo
respeto por la profesión y entre profanadores… en fin, déjeme tranquilo, yo no
rindo cuentas a nadie, nunca lo he hecho y por supuesto no empezaré ahora.
—Golpeó con fuerza el sepulcro y la piedra se quebró, apartó los cascotes con
el pico y dejó a la vista un ataúd de aspecto no demasiado viejo.
—¿De quién es la
tumba?
—De doña Asunción
Ordoño que muró cristianamente, parece ser.
El hombrecillo de
la boina, se alborotó, sacó otro papel doblado del bolsillo y lo inspeccionó.
—Oiga pero esta
tumba es mía…
—No, de Asunción Ordoño.
—Le digo que esta
tumba me toca a mí, lo pone bien clarito, día tres, de dos a cinco, tumbas de
la ciento seis a la ciento quince, la primera de todas ésta la de doña Asunción
Ordoño.
—Llevo tres
cuartos de hora dándole candela a este nicho, así que lárgate de aquí antes de
que te meta el pico por el culo.
El hombre
retrocedió un par de metros, sujetando su bolsa de cuero y observó cómo el del
bigote abría el féretro y dejaba al aire él cadáver de la mujer, una anciana
que aún no se había podrido del todo.
—Vaya con doña
Asun —dijo el bigotudo— ¡Vaya joyitas se gastaba!
Le costó un
minuto arrancar el pico de la nuca del bigotudo, tuvo que apoyar la bota en el
cogote y tirar con fuerza. Apoyó el pico en el ataúd y se sentó en una punta,
registró su mochila y sacó un libro.
—Veamos, en que
parte del convenio, que manera de perder el tiempo oye... —pasó algunas páginas
y por fin se detuvo— Aquí… en el supuesto
caso de localizar a un profanador no afiliado se deberá proceder de la
siguiente forma: Se informará al susodicho que abandone el cementerio en
cuestión, se informará al delegado de zona… Esto ya no sirve… En el caso que el profanador no afiliado
decline la opción de abandonar el puesto, el saqueador si afiliado, sujetará el
pico por el extremo de madera, se colocará tras el no sindicado y se lo clavará
entre las vértebras atlas y axis. Hecho. Desenterrará una caja de su lista, saqueará y guardará el cadáver junto
con el cadáver ya existente para luego tapiar nuevamente el nicho.
Miró al hombre
del bigote, con la nuca agujereada y los ojos abiertos, cuidadosamente quitó el
collar de perlas de doña Asunción Ordoño lo guardó en el bolsillo.
—Suerte que
tenemos un sindicato, sino esto sería un sin dios.
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