martes, 21 de octubre de 2014

PROFANADOR FREELANCE

Se acercó a él, pues creía a pies juntillas en el orden, en la organización y esa era su noche, lo decía el calendario, lo decía el convenio y no había más que hablar.
—Perdone señor, ¿Qué está haciendo aquí?
El hombre, un tipo alto y enjuto de bigote negro y espeso lo miró sujetando el pico, se limpió el sudor de la frente con un pañuelo y respondió:
—Abriendo esta tumba… ¿Por?

—Esta es mi noche, mi hora vamos, hoy es impar y yo estoy de las dos a las cinco, lo pone en el cuadrante, ¿no lo ha revisado usted?
—¿Qué cuadrante?
Dejó la bolsa en el suelo, sacó un papel doblado del bolsillo del mono de trabajo y se lo entregó al hombre del bigote, que lo desdobló y lo miró de forma distraída.
—Ya veo, un cuadrante, no, no tenía constancia.
—¿Pero es usted del sindicato? Esto llega cada mes con la revista.
—Ah, en ese caso es lógico que no lo haya recibido, no estoy sindicado.
—No comprendo.
—Soy un profanador freelance.
—¿Qué significa eso? —dijo sin parar de sorprenderse.
—Independiente, que no dependo de ningún sindicato ni organización.
—Si eso lo comprendo, pero no es posible, según el último cónclave de profanadores y saqueadores de septiembre de dos mil once todos debemos estar afiliados, por un tema de organización y en contra de la competencia desleal, esto es una irregularidad en toda regla.
Alzó el picó y golpeó el nicho, que pareció ni inmutarse ante el impacto.
—Pues ya ve.
—En ese caso tendré que denunciar esta situación ante la autoridad competente.
El hombre del bigote se giró y miró atentamente al primero, se peinó el bigote y observó al diminuto hombre que tenía frente a él, tocado con un mono de mecánico, una boina calada y barba de dos días.
—¿Va usted a llamar a la policía?
—La policía no tiene competencia en nuestros asuntos, informaré al delegado de zona y espero que él tome las medidas precisas para que el enlace levante acta ante el comité.
—Siendo así, que tengo usted una buena noche caballero —Y volvió a golpear el nicho con el pico y pareció que ahora si había notado el envite pues se desprendió una pequeña partícula de piedra.
—Pero eso será mañana por la mañana, no puede abandonar mi puesto, así que le ruego que se marche, déjeme sus datos y mañana se pondrán en contacto con usted, no creo que la sanción sea muy dura.
—Lamento decirle Mariano, que no me pienso mover, y también lamento decirle que está usted empezando a ser muy molesto.
—Yo no me llamo Mariano.
—Pues quítese esa boina de cateto.
—Oiga, que yo a usted no le he faltado.
—Usted me está hinchando las pelotas desde el minuto cero, viene aquí con no sé qué historia de sindicato, de enlaces y de sanciones, no le he pegado un bofetón pues tengo respeto por la profesión y entre profanadores… en fin, déjeme tranquilo, yo no rindo cuentas a nadie, nunca lo he hecho y por supuesto no empezaré ahora. —Golpeó con fuerza el sepulcro y la piedra se quebró, apartó los cascotes con el pico y dejó a la vista un ataúd de aspecto no demasiado viejo.
—¿De quién es la tumba?
—De doña Asunción Ordoño que muró cristianamente, parece ser.
El hombrecillo de la boina, se alborotó, sacó otro papel doblado del bolsillo y lo inspeccionó.
—Oiga pero esta tumba es mía…
—No, de Asunción Ordoño.
—Le digo que esta tumba me toca a mí, lo pone bien clarito, día tres, de dos a cinco, tumbas de la ciento seis a la ciento quince, la primera de todas ésta la de doña Asunción Ordoño.
­—Llevo tres cuartos de hora dándole candela a este nicho, así que lárgate de aquí antes de que te  meta el pico por el culo.
El hombre retrocedió un par de metros, sujetando su bolsa de cuero y observó cómo el del bigote abría el féretro y dejaba al aire él cadáver de la mujer, una anciana que aún no se había podrido del todo.
—Vaya con doña Asun —dijo el bigotudo— ¡Vaya joyitas se gastaba!
Le costó un minuto arrancar el pico de la nuca del bigotudo, tuvo que apoyar la bota en el cogote y tirar con fuerza. Apoyó el pico en el ataúd y se sentó en una punta, registró su mochila y sacó un libro.
—Veamos, en que parte del convenio, que manera de perder el tiempo oye... —pasó algunas páginas y por fin se detuvo— Aquí… en el supuesto caso de localizar a un profanador no afiliado se deberá proceder de la siguiente forma: Se informará al susodicho que abandone el cementerio en cuestión, se informará al delegado de zona… Esto ya no sirve… En el caso que el profanador no afiliado decline la opción de abandonar el puesto, el saqueador si afiliado, sujetará el pico por el extremo de madera, se colocará tras el no sindicado y se lo clavará entre las vértebras atlas y axis. Hecho. Desenterrará una caja de su lista, saqueará y guardará el cadáver junto con el cadáver ya existente para luego tapiar nuevamente el nicho.
Miró al hombre del bigote, con la nuca agujereada y los ojos abiertos, cuidadosamente quitó el collar de perlas de doña Asunción Ordoño lo guardó en el bolsillo.

—Suerte que tenemos un sindicato, sino esto sería un sin dios. 

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