—Lo que puedo decirle sin riesgo a equivocarme, es que conozco al abogado de su mujer, sé cómo funciona su mente, he estudiado su forma de trabajar y le aseguro que éste caso está ganado.
—Pero…
—No hay peros
señor, no hay nada que pueda hacer ese individuo que yo no sepa, jugamos con
ventaja, andamos por delante, ¿comprende? Cualquier artimaña legal que intenté
utilizar la aplacaré.
—Me cuesta mucho
comprender como…
—Es muy sencillo
caballero, he estudiado el caso, lo he revisado con esmero y está hecho, no hay
nada donde rascar, su mujer ha perdido, por lo que a mí respecta el caso está
cerrado, finiquitado, muerto, no hay nada…
—¿Y qué le ha
dicho a mi mujer?
—¿Disculpe?
—¿Le ha dicho lo
mismo a mi mujer?
—Podrá comprender
que por motivos de confidencialidad no me permito hablar de clientes con otros
clientes.
—¿Pero es mi
mujer y usted también es su abogado?
—Por favor no me
obligue decir lo que no quiero decir. Un cliente es un cliente y yo soy como un
sacerdote.
—¿Hace lo mismo
con mi mujer, no le cuenta nada de lo que hablamos?
—¿Se refiere si
estando ella en mi despacho y tratándola como a una clienta y no como a la hija
de mi madre le cuento lo que usted y yo hablamos?
—Si exacto y ¿Por
qué hablamos de usted, somos amigos de la infancia? Cierto me casé con tu
hermana pero tú y yo…
—El caso está
ganado.
—Eso ya me lo has
dicho…
—No me refiero
que a ella lo que le digo es que el caso está ganado, estoy hablando demasiado.
—¿Qué ella ganará
el caso? ¡Pero eso es lo que me dices a mí!
—Y lo hará, usted
ganará.
—¿Y ella?
—Insisto, no
debería estar hablando de esto con usted.
—Ahora tengo que
volver a casa y mi mujer estará ahí, se lo preguntaré a ella.
—Haga usted lo
que crea oportuno, pero no le recomiendo que hable con la otra parte implicada,
de todas formas debemos dejarlo aquí, tengo otro cliente esperando.
—En la sala no hay
nadie, sólo está mi hermano.
—Correcto, es mi
cliente.
—¿Su cliente?,
¿Mi hermano?
—Le he
recomendado que lo demandé por la herencia de su padre. Ha sido totalmente
irregular y se debe hacer algo al respecto.
—¿Cómo?
—No se preocupe,
conozco a su abogado, no tiene nada que hacer, la herencia será suya.
—Ahora no sé si
está hablando conmigo o pensando en voz alta lo que le dirá a mi hermano.
—Buenas tardes.
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