viernes, 9 de enero de 2015

VIEJA RENCOROSA Y VENGATIVA

A veces soy una vieja rencorosa y vengativa. La última vez que me descubrí como una vieja angustiada, maliciosa y sañuda fue en el lavabo de mi oficina. Me lavaba la cara para paliar el calor insoportable de ese inmundo edificio inteligente que quiere hacernos creer que mantiene siempre la misma temperatura y lo que hace es cocernos a fuego lento como un puchero. Me miré en el espejo, vi gotear el agua desde mis cejas y recorrerme la cara lampiña, la recién estrenada cara de bebé que me había afeitado para sanear, es lo había leído en una revista e hice caso, me rasuré la barba para sanear la cara, sea lo que sea eso. Y cuando me fijé en mi cara, urdí mi venganza.

Quería vengarme de una compañera que me pregunta dudas constantemente y nunca me agrace las respuestas. ¿Por qué? ¡¡¿Por qué no das las gracias hija de la gran puta?!! ¿Por qué asientes y te vas y me dejas ahí, como un globo desinflado y abandonado? Ese día lo hizo de nuevo, una pregunta técnico, una respuesta rápida y un giro de ciento ochenta grados para volver a su cubículo, alimaña…
La vi levantarse, la vi marchar hacía lo que los analfabetos llaman office y yo llamo habitación con cafetera, la seguí de lejos, como la bruja que soy, maquinando como quiere la bruja que guardo en mi cuerpo de barón y me metí con ella en la habitación con cafetera. Y la situación no podía ser más propicia, los astros se habían alineado, estaba repletita de compañeros, me acerqué a la máquina, presioné el botón de café, de menos agua, de sin azúcar y esperé mi oportunidad, como el zorro espera a que el conejo salga de su madriguera. Era sólo cuestión de tiempo, una mujer como esa, una mujer que es tan descastada que ni siquiera puede agradecer a un compañero una respuesta, cometerá un error, sólo hay que esperar.
Me acerqué a algún compañero, charloteé un rato, la miraba de reojo, ella chismeaba con otra compañera y al fin tuve mi oportunidad, llegó como llega la lluvia después de los rezos indígenas, llegó… llegó…
—Qué suerte que te has afeitado esa barba horrible —dijo la alimaña jocosa.
—¿A sí? —respondí con la sonrisa del fariseo.
—Es que las barbas son muy sucias, así pareces más limpio.
Me van a permitir, que me regodee un poquito más, esa sabandija cincuentona osaba decir que mi pulcra barba era una barba sucia, que mi barba que cuido y mimo, es un objeto mugriento, comprenderán que si tenía planeada una venganza por su ingratitud ésta extraordinaria frase que me acaba de regalar aumentaba mi deseo y modificaba un poco mi venganza.
—Hombre… un opinión… —empecé— ¿sabes que sucede? Que la opinión de una sola persona suele ser poco profunda, preguntemos al respetable —dije pomposo— compañeros, un poco de atención por favor, aquí la compañera dice que la barba del hombre es sucia, ¿pero qué os parece más sucio, un hombre con barba o una mujer con bigote?

¡Touché! Un lobo mellado, viejo y con lamparones con el rabo entre las piernas huía despavorido del office. ¡Huye cobarde huye! La vieja, esa vieja que escondo entre mis tripas tenía el papo hinchado de orgullo, reconozco que es mezquino, que es cruel, que es malicioso, pero compréndanme, no soy yo, yo no quiero, soy yo y mis circunstancias… y la vieja claro. 

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