martes, 24 de marzo de 2015

RODOLFO OREJA DE PERRO

La verdad, la historia jamás contada sobre Rodolfo Oreja de Perro. El más famoso de los piratas Españoles. Lo primero que debe decirse de Rodolfo Oreja de Perro es que sus orejas eran perfectamente normales, es decir, con un Hélix en perfecto estado, una fosa de Antihélix de envidiable arquitectura, un trago de proporciones divinas y por supuesto un lóbulo anillado como mandan los cánones de la piratería.

Dicho esto, pondremos en situación histórica a nuestro personaje, nació en un lugar indeterminado entre Cádiz y Hospitalet de Llobregat, en lugar es tan confuso como la identidad de su madre, el padre de Rodolfo, Rodolfo Senior, nunca estuvo seguro de quien fue la progenitora de su vástago, era un hombre de moral distraída, la madre podría ser cualquiera, la estanquera, la posadera, la mujer del cartero e incluso el propio cartero. La cuestión es que una mañana del mes de Agosto del año 1600 Rodolfo Senior despertó en una cuadra donde dormitaba con puercos, caballos y contratistas de obra con un bebé en su regazo, después de intentar endosar a la criatura a una pareja de cerdos Hampshire recién casados sin demasiado éxito, el padre de ella jamás lo hubiese permitido, decidió quedarse con el neonato.
La niñez de Rodolfo Oreja de Perro no fue excesivamente traumática, fue amamantado por un primo por parte de madre, que durante el día era comercial de una famosa marca de horcas y por la noche se vestía de lagarterana y alternaba en la puerta del parlamento. Aprendió el vocabulario básico leyendo la lista de la compra que su padre llevaba tatuada en los cuartos traseros siendo salchichón y anís las primeras palabras que aprendió a leer y a escribir.
En cuanto a la adolescencia fue también tranquila, el padre que creyó que debía inculcar el amor al trabajo a su hijo lo mandó al puerto y lo hizo casi sin hablar, en realidad sin hablar, borracho como estaba en la barra de una taberna señaló a través de la ventana el puerto de la ciudad y allí que se fue nuestro obediente muchacho para ganarse el jornal.
El primer trabajo que consiguió consistía en organizar a las ratas de un mercante, su patrón un racista confeso no permitía que en su barco hubiesen ratas que no fuesen puramente españolas, así que cada mañana, Rodolfo organizaba las ratas por orden alfabético, Anacleto, Bonifacio, Cartujano, etc. En cuanto a las ratas inmigrantes descubiertas en las bodegas, eran untadas con grasa, se les prendía fuego y eran lanzadas por la borda, es ahí donde nace lo que hoy conocemos como devolución en caliente, tradición que como la partidita de mus o el sobo de culos de secretarias sigue estando muy arraigado en nuestra piel de toro. Lamentablemente, Rodolfo no pudo aguantar demasiado esa injusticia y pronto entró en contacto con el por entonces ilegal sindicato unificado de ratas y demás roedores, organizando en el mes de mayo una huelga de hambre junto con decenas de ratas. Pero la reivindicación le duró bien poco, dos días después, las ratas no acostumbradas a pasar hambre empezaron a comerse entre ellas, quedando finalmente una sola, una enorme rata de ciento veinte quilos que más tarde se erigió como líder del sindicato y que no mucho más tarde fue sorprendida con una cuenta con dinero en B. Rodolfo desencantado abandonó la lucha de los roedores y decidió buscar otro trabajo.
Los tripulantes del famoso barco pirata el “Pirata de boquita” lo convencieron para enrolarse, el capitán del navío era un ex guardia civil de origen extremeño. El conjunto de los personajes que estaban en nómina en el buque, no era demasiado singular, piratas que procedían de diversos rubros, la mayoría licenciados y universitarios que tras salir de la universidad descubrieron la mala idea que había sido estudiar humanidades y obligados a encontrar un trabajo para mantener las hambrientas bocas de sus familias, habían terminado en los peores trabajos, testigos de jehová en nómina, alcaldes de provincia y piratas. A pesar de la decepción que conlleva no poder dedicarse a aquello por lo que uno se ha formado, era una tripulación bastante jovial, se pasaban el día bebiendo trementina y cantando canciones de Álex Ubago y sé que este dato es casi increíble, pero no tenían dinero para comprar licores y la trementina abundaba en el puerto.
El primer abordaje de nuestro protagonista fue a un barco albaceteño que navegaba por las violentas aguas de Castilla, era un barco biblioteca y su tripulación constaba de un bibliotecario octogenario experto en leyes, una perra con dos piernas y un administrativo que hacía las veces de mesa camilla. Asaltaron el barco con la violencia característica de su gremio, un gremio educado y refinado que tras limpiarse las botas con el felpudo de popa encañonaron al bibliotecario. El archivero los miró incrédulo, y les solicitó la circular donde se les permitía ejercer la piratería en aguas manchegas, los piratas de se miraron interrogativos y la mayoría hundió la cabeza entre los hombros. Sin la circular que había salido en el BOE hacía un par de meses podían olvidarse de saquear ese barco, insistió el funcionario. Intentaron encontrar al capitán, pero casualmente había conocido al primo nodriza de Rodolfo y como era de noche iba vestido de lagarterana y una cosa llevó a la otra y se habían encerrado en el camarote del capitán para jugar una larga partida de parchís.
Pasaron los meses y el capitán perdió el interés por la piratería, la tripulación estaba francamente enfadada pues el primo de Rodolfo se había convertido en la primera dama del buque y campaba a sus anchas y entretenía al capitán con sus contorneos y éste había olvidado su cometido y desde el fallido abordaje al barco biblioteca no habían hecho más que beber trementina y tararear canciones de presuntos implicados.
Rodolfo, de férreo carácter tomó las riendas de la situación, convenció a su primo para que abandonase el barco, éste aceptó, pero se llevó al capitán, dos barriles de trementina y la vela de repuesto con la que pensaba hacerse el vestido de novia. Hecho esto se erigió como capitán, en realidad no se erigió lo sometió a votación, y la mayoría fue aplastante, el ochenta por ciento de la tripulación lo votó con los ojos cerrados, el quince por ciento se abstuvo y el restante cinco por ciento votó a Alex Ubago.
Es triste reconocerlo, pero Rodolfo Oreja de Perro fracasó en su andadura, la primera incursión que hizo en aguas pirenaicas fue un auténtico fracaso, intentó abordar un barco lleno de elefantes herederos de la estirpe de Aníbal y ni que decir tiene que terminó como el rosario de la aurora, nadie pudo hacer frente a los colmillos de los paquidermos, excepto un estudiante de ingeniería de caminos que tenía una novia en Sevilla que le había regalado unos enormes cuernos. La segunda intentona, llegó tras regalar a la tripulación un año de una mutua sanitaria, viéndose en el siguiente abordaje más solo que la luna pues la totalidad de la plantilla estaba de baja. La tercera y última  tentativa de ser un auténtico capitán pirata fue la gota que colmó el vaso, deprimidos como estaban se habían puesto hasta el hojaldre de trementina y beodos de resina intentaron abordar la catedral de Santiago, que desastre señores, monaguillos, cleros y jorobados les dieron una paliza de padre muy señor mío y se fueron con el rabo entre las piernas sin poder oler siquiera el botafumeiro.
En asamblea decidieron abandonar el oficio, algunos volvieron a casa de sus padres, otros se casaron con las novias, y algunos decidieron estudiar un master que todo el mundo sabe qué hace mucho currículo. Así fue como Rodolfo se quedó sólo con el barco, endeudado hasta las cejas y sin trementina.

Lo último que se sabe del ilustre tigre de los mares hispanos es que terminó malvendiendo el barco a un ruso millonario y abriendo una correduría de seguros en la Manga del Mar menor, la correduría funcionó bastante bien, vendían seguros de decesos, cucuruchos de calamares a la romana y hacían las revisiones médicas para el carné de conducir. Siempre fue, un hombre de recursos, de esos que se dice que nunca se morirán de hambre.  

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