¿Qué hace aquí este niño? Estorbas niño, vete,
vete de aquí, tu no deberías estar aquí. ¿Dónde están sus padres? ¿Dónde está
su madre? Que se lo lleve de aquí. Deja de mirarme, no me mires, ¿Qué crees que
voy a hacer? ¿Lo sabe? ¿Cómo lo sabe? Si no te vas no podré saltar y quiero
irme, quiero irme de una vez de aquí, pero si me miras…
¿Me están juzgando esos ojos? No, no lo creo,
me miran simplemente. Deja de mirarme. Ya me han juzgado otros y esos ojos no
son de un juez. Juzgaron mis decisiones, mis actos y mis miedos, también
juzgaron mis miedos, canallas, sólo un canalla juzga los miedos de un hombre.
Una boca menos es lo que quiero regalar, un saco de huesos que ocupa espacio,
quiero regalarles mi oxígeno, a mi hija y a su marido, a mi nieto, que ahora me
mira con los ojos de otro niño. Ahora soy yo el que me juzgo. Quiero
desaparecer, quiero arrancarme los ojos, rasgarme la piel como la tela
apolillada que es. Desaparecer, desaparecer, desaparecer…
Ni se te ocurra. Se acerca, ¿Por qué se
acerca? No te acerques por favor, no me mires más, date la vuelta, estás demasiado
cerca. ¿Cómo empezó todo? Empezó como terminará, con un salto al vacío. Soy
consciente que son otros los que deberían saltar y desaparecer, que no soy el
culpable, que soy víctima de mis actos y de los de otros, pero no tengo
fuerzas, se me agotaron, se me va el ánimo por las grietas de los callos de mis
manos. ¿Y él que culpa tiene? ¿Por qué le hago esto? Otra vez no… otra vez el
pensamiento, el que me dio el valor y ahora quiere quitármelo y tiene tanta
razón cuando me lo da que cuando me lo quita y ahora gana la contra, ¿Qué culpa
tiene él? ¿Qué haces viejo imbécil, que demonios estás haciendo? Huyo, eso es
lo que hago y no soy un cobarde. No, no lo eres, lo sé, lo sé, ¿Y por qué lo
haces?
—Señor, ¿Se encuentra bien?
Una joven, me habla una joven, hace años que
la gente no me habla por la calle.
—Llévese a ese niño.
—¿Qué niño señor?
¿Qué niño? El niño que… se ha ido, ¿Se ha ido?
¿Por qué se ha ido?
—Llevo rato observándole, ha estado sólo todo
el tiempo.
Solo… que solo me siento aquí encaramado, me
ayuda a bajar, me agarra de la mano, me la acaricia, la muchacha me sonríe.
—¿Se ha perdido?
Sonrío, me he perdido.
—Probablemente, pero no es grave.
¿No es grave? Tozudo, anciano tozudo, viejo
idiota, casi se te olvida, casi se te olvida que tienes que ir a buscar a tu
nieto el colegio.
—Le dejo solo, tengo que irme.
—No estoy solo, muchas gracias, le agradezco.
No estoy solo, me voy a por mis ojos, a los jóvenes
ojos de mi chico, de mi muchacho, querrá ir al parque, hay que ir al parque,
ahora quiero mirarlo yo, como corre, como juega. Viejo estúpido, casi se te
olvida, casi se te olvida que no estás solo.
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