No era más que un camarero, hacía cafés,
servía copas de coñac, algún bocadillo y poco más. Lo vi entrar y supe…
¿Conocen esa sensación? Una extraña sensación, que uno debe detenerse un
segundo y descubrir si son gases u otra cosa. Lo vi entrar y supe que ese
remilgado no nos iba a traer más que problemas.
—Una pinta y un whisky por favor caballero.
Mr. Arrow se llamaba, se presentó quitándose
el sombrero, de esos en forma de hongo, y me sonrió con su morro de roedor, los
pómulos afilados como cuchillas y un bigote fino como hilo de pescar. Supongo
que le gustó el lugar, pues no faltó un día. Le serví un botellín de cerveza y
un vaso de whisky, demasiado largo, aquí no usamos medidas, ya sabe esto es un
cachondeo. Le gustó.
Me enteré que era polizonte por otras fuentes,
¿Se dice así, no? Por otras fuentes. Uno del barrio me lo dijo, un inglés que ha
venido a montar un cuerpo de policía organizado. Y uno piensa, lo que nos
faltaba, no tenemos suficiente con los Mossos
de Escuadra y un nuevo cuerpo que están a punto de crear, la Guardia
Urbana, que ahora importan maderos. No me mal interpreten, me cayó bien desde
el principio, pero claro uno se entera de que es policía y ya saben,
prejuicios, además en el barrio donde estamos, en pleno barrio chino, ¿A quién
se le ocurre siendo policía, meterse en semejante tugurio como el mío? Uno
tiene una reputación, alguna prostituta, los carteristas de las ramblas, ya saben,
lo mejor de cada casa y de golpe, ahí apostado en la barra limpiándome el
estaño con su pañuelito de seda para no mancharse los puños de la camisa un policía
inglés.
Los primeros días vino solo, pero luego se le
fueron sumando otros compañeros, estos sí que eran de aquí, y lo mismo cerveza
y whisky, y no le digo más, menudas melopeas se cogían mis primos. Yo al tal
Arrow lo he visto salir a cuatro patas del bar y eso que el gachí tenía aguante
no crea, más de veinte cervezas y vente whiskeys le he servido yo y sin
inmutarse, pero eso sí, cuando se pasaba de la raya se ponía insoportable,
organizaba partidas de póquer, y si perdía armaba el escándalo, también empezamos
a jugar a los dados y un día apareció con dos gallos, como lo oye, se los había
comprado a un gitanito del barrio y me organizó una pelea con los bichos en la
trastienda, una jarana terrible, que si son otros seguro que algún vecino avisa
a la policía, pero oiga no me quejo, lleno total, terminé con las existencias.
Empezó a desmelenarse, porque ya le digo que
lo de las partidas de cartas y lo de los gallos fue más adelante, al principio,
un tío serio el Mr. Arrow, que si Buenos
días caballeros, que si Que día tan
maravilloso hace hoy, muy remilgado, supongo que en Londres es lo que se
lleva, la educancia o la educación,
como se diga, pero claro uno finolis llega aquí ve el percal y se desmelena, yo
lo he visto darle una paliza de órdago a un macarrón y dejarlo casi muerto en
el suelo del local, venir una ambulancia y al Clínico y aquí no ha pasado nada.
Me enteré que empezó bien, que hizo
importantes detenciones y que desarticuló alguna banda de estas que estaban por
el puerto, un grupo de Marselleses me parece, algo oí, pero luego y no lo digo
orgulloso, o sí, vaya usted a saber, conoció mi bar y listo, se acabó la
eficiencia. El gobernador civil un tal Osorio, estaba que trinaba, me lo dijo
una ramera que venía por el bar, le limpiaba el sable al prócer todos los
domingos después de misa y así conseguía información de primera mano, el menda
estaba hecho una furia, al Arrow ya ni lo veían por la comisaría, salía de su
casa y directo al bar y a lo largo de la mañana llegaban los de su equipo, y
ale a darle a la sinhueso y al bebercio. Creo que la gota que colmó el vaso fue
la pelea con la guardia urbana. La cosa fue así, era un domingo de agosto un
calor de tres pares de cojones y ahí estaban los muchachos que por supuesto no
iban a misa, les había puesto una mesita en la calle y le daban duro al vermú
con sifón, se conoce que pasaron unas señoritas, de esas señoritas solteras que
están entre los ochenta y la muerte, usted ya me entiende, que venían de misa y
a Mr. Arrow no se le ocurre otra cosa que decirle a una de ellas: “Olé y olé,
la gallina vieja pa’ mi puchero”, así como lo oye, con el olé y todo, muy cañí.
Y la señora pues claro, se ofendió y llamó a la Guardia Urbana, estos
aparecieron y llamaron al orden a los borrachines que no se lo tomaron
demasiado bien y se liaron a mamporros con los Urbanos. Porrazos, sillazos, botellines
rotos, se armó la de dios es cristo, tuvieron que venir refuerzos y todo porque
Arrow con su carita de inglés bebedor de té daba soplamocos a diestro y
siniestro y los daba con ganas. Así que una veintena de hombres tuvieron que
venir para reducir al británico enloquecido y lo redujeron, vaya si lo
hicieron. La cara como un filete ruso le quedó y a sus compas otro tanto.
Creo que estuvo un tiempo en la modelo, de los
otros nunca supe nada, pero me dijeron que cuando salió del talego ni un día
pasó en Barcelona, cogió un barco en el puerto, le dijo a uno que yo conocía que
no quería saber nada de nosotros, que éramos unos bárbaros y que con ignorantes
no quería saber nada. Y eso es todo. Vino, bebió, se pegó y se fue.
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