jueves, 27 de marzo de 2014

MR. ARROW

No era más que un camarero, hacía cafés, servía copas de coñac, algún bocadillo y poco más. Lo vi entrar y supe… ¿Conocen esa sensación? Una extraña sensación, que uno debe detenerse un segundo y descubrir si son gases u otra cosa. Lo vi entrar y supe que ese remilgado no nos iba a traer más que problemas.

—Una pinta y un whisky por favor caballero.
Mr. Arrow se llamaba, se presentó quitándose el sombrero, de esos en forma de hongo, y me sonrió con su morro de roedor, los pómulos afilados como cuchillas y un bigote fino como hilo de pescar. Supongo que le gustó el lugar, pues no faltó un día. Le serví un botellín de cerveza y un vaso de whisky, demasiado largo, aquí no usamos medidas, ya sabe esto es un cachondeo.  Le gustó.
Me enteré que era polizonte por otras fuentes, ¿Se dice así, no? Por otras fuentes. Uno del barrio me lo dijo, un inglés que ha venido a montar un cuerpo de policía organizado. Y uno piensa, lo que nos faltaba, no tenemos suficiente con los Mossos de Escuadra y un nuevo cuerpo que están a punto de crear, la Guardia Urbana, que ahora importan maderos. No me mal interpreten, me cayó bien desde el principio, pero claro uno se entera de que es policía y ya saben, prejuicios, además en el barrio donde estamos, en pleno barrio chino, ¿A quién se le ocurre siendo policía, meterse en semejante tugurio como el mío? Uno tiene una reputación, alguna prostituta, los carteristas de las ramblas, ya saben, lo mejor de cada casa y de golpe, ahí apostado en la barra limpiándome el estaño con su pañuelito de seda para no mancharse los puños de la camisa un policía inglés.
Los primeros días vino solo, pero luego se le fueron sumando otros compañeros, estos sí que eran de aquí, y lo mismo cerveza y whisky, y no le digo más, menudas melopeas se cogían mis primos. Yo al tal Arrow lo he visto salir a cuatro patas del bar y eso que el gachí tenía aguante no crea, más de veinte cervezas y vente whiskeys le he servido yo y sin inmutarse, pero eso sí, cuando se pasaba de la raya se ponía insoportable, organizaba partidas de póquer, y si perdía armaba el escándalo, también empezamos a jugar a los dados y un día apareció con dos gallos, como lo oye, se los había comprado a un gitanito del barrio y me organizó una pelea con los bichos en la trastienda, una jarana terrible, que si son otros seguro que algún vecino avisa a la policía, pero oiga no me quejo, lleno total, terminé con las existencias.
Empezó a desmelenarse, porque ya le digo que lo de las partidas de cartas y lo de los gallos fue más adelante, al principio, un tío serio el Mr. Arrow, que si Buenos días caballeros, que si Que día tan maravilloso hace hoy, muy remilgado, supongo que en Londres es lo que se lleva, la educancia o la educación, como se diga, pero claro uno finolis llega aquí ve el percal y se desmelena, yo lo he visto darle una paliza de órdago a un macarrón y dejarlo casi muerto en el suelo del local, venir una ambulancia y al Clínico y aquí no ha pasado nada.
Me enteré que empezó bien, que hizo importantes detenciones y que desarticuló alguna banda de estas que estaban por el puerto, un grupo de Marselleses me parece, algo oí, pero luego y no lo digo orgulloso, o sí, vaya usted a saber, conoció mi bar y listo, se acabó la eficiencia. El gobernador civil un tal Osorio, estaba que trinaba, me lo dijo una ramera que venía por el bar, le limpiaba el sable al prócer todos los domingos después de misa y así conseguía información de primera mano, el menda estaba hecho una furia, al Arrow ya ni lo veían por la comisaría, salía de su casa y directo al bar y a lo largo de la mañana llegaban los de su equipo, y ale a darle a la sinhueso y al bebercio. Creo que la gota que colmó el vaso fue la pelea con la guardia urbana. La cosa fue así, era un domingo de agosto un calor de tres pares de cojones y ahí estaban los muchachos que por supuesto no iban a misa, les había puesto una mesita en la calle y le daban duro al vermú con sifón, se conoce que pasaron unas señoritas, de esas señoritas solteras que están entre los ochenta y la muerte, usted ya me entiende, que venían de misa y a Mr. Arrow no se le ocurre otra cosa que decirle a una de ellas: “Olé y olé, la gallina vieja pa’ mi puchero”, así como lo oye, con el olé y todo, muy cañí. Y la señora pues claro, se ofendió y llamó a la Guardia Urbana, estos aparecieron y llamaron al orden a los borrachines que no se lo tomaron demasiado bien y se liaron a mamporros con los Urbanos. Porrazos, sillazos, botellines rotos, se armó la de dios es cristo, tuvieron que venir refuerzos y todo porque Arrow con su carita de inglés bebedor de té daba soplamocos a diestro y siniestro y los daba con ganas. Así que una veintena de hombres tuvieron que venir para reducir al británico enloquecido y lo redujeron, vaya si lo hicieron. La cara como un filete ruso le quedó y a sus compas otro tanto.

Creo que estuvo un tiempo en la modelo, de los otros nunca supe nada, pero me dijeron que cuando salió del talego ni un día pasó en Barcelona, cogió un barco en el puerto, le dijo a uno que yo conocía que no quería saber nada de nosotros, que éramos unos bárbaros y que con ignorantes no quería saber nada. Y eso es todo. Vino, bebió, se pegó y se fue.

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