miércoles, 27 de marzo de 2013

ENTRE GUERRAS, ENTRE ARTES


Me senté con Frida retozando en mi regazo a leer Casa tomada de Julio Cortázar y, mientras lo ojeaba y acariciaba a Frida, me puse a pensar…
Si te despistas, si bajas la guardia, estás perdido. Como un rayo de luz, como un flash la perderás. Es muy fácil, tremendamente sencillo, perder la esperanza en el ser humano.

El 28 de junio de 1914 mataron al archiduque Francisco Fernando de Austria y el 28 de julio estalló la Primera Guerra Mundial. A lo largo de los cuatro años que duró la Gran Guerra murieron un promedio de 6.046 hombres cada día. Por fin, el 11 de noviembre de 1918 terminó la guerra, y con el conjunto de tratados que se conocen como la Paz de París se juraron que nunca más se repetiría una situación como esa.
Lamentablemente, el ser humano no es como un perro que acerca su morro a un llama, curioso, y por supuesto se quema. Se quema una vez y recordará para siempre que si acerca el hocico al fuego, se quemará los bigotes. El ser humano tiene una memoria histórica que debe rondar los treinta segundos, segundo arriba, segundo abajo.
En 1939 estalla la Segunda Guerra Mundial. Setenta millones de personas fallecidas.
Sin contar las guerras que hubo antes de la Primera y las que hubo entre la Primera y la Segunda, y tomando como punto de partida el fin de la Segunda Guerra Mundial, el mundo ha visto:
La guerra de Indochina (1946-1954), la primera guerra palestina (1947-1949), la primera guerra indo-pakistaní (1947-1949), la guerra de Corea (1050-1953), la guerra civil de Colombia (1951-1953), la guerra de Argelia (1954-1962), la guerra de Vietnam (1955-1975), la guerra civil de Sudán (1955-1972). Pararé el recuento, pero puedo decir con temor a equivocarme que, a lo largo del siglo xx, además de las nombradas, existieron veintidós guerras más.
Por eso digo que si uno se descuida es más que probable que pierda toda esperanza en el género humano. En nombre de dioses, de modos de vida, de hombres, de tradiciones, de lenguas, de territorios, de banderas, de orgullos, nos hemos masacrado, mutilado, violado y aniquilado a lo largo de los siglos.
No me tachéis de pesimista, simplemente he listado una serie de hechos que han sucedido y que no pueden esconderse. Pero, por favor, estad atentos, si no cerráis los ojos, si lográis que las lágrimas no enturbien vuestra mirada, si estáis con el corazón (léase mente) abierto y dispuesto a escuchar, podréis ver cosas como estas:
La novena sinfonía de Beethoven, el Guernica de Picasso, El Padrino de Coppola, Cien años de soledad de García Márquez, Angelitos negros de Machín, Profumo di donna con Vitorio Gassman, El caminante sobre el mar de nubes de Friedrich, 1984 de Orwell. Se puede seguir hasta la saciedad: pinturas, canciones, libros, películas, estatuas, frases, sinfonías, instrumentos… Son tantas las cosas hermosas que el monstruoso ser humano ha logrado crear que no deben pasar inadvertidas.
Lo sé, es demasiado sencillo que pasen inadvertidas; la grandeza del desastre es tal que en ocasiones la luz se opaca y no se puede ver más allá.
Quizá esto sea apología de un humanismo decadente, otros creerán que es demagogia, pero permitid a este soñador seguir soñando, como se permite a un niño comer golosinas de vez en cuando, permitidme que crea de vez en cuando en nosotros. Que cuando vea a un niño jugando en un parque crea, que me olvide que quizás su padre pega a su madre o que quizás hemos gastado tanto a la sociedad que él no tendrá futuro, no lo olvido, no pienso hacerlo, pero permitidme por un segundo ver como este niño corre y se cae y se raspa las rodillas, y así yo vuelva a creer. Que escuche música y no vea la polución que lenta, impasible como un elefante, va hacia su cementerio, pasa frente a mi ventana.
No es el circo que daban los romanos al populacho para mantenerlos entretenidos, para que no pensasen, es la herencia de gente como tú, lector, como yo, como tu hermano o padre o madre, que una vez quisieron olvidar, quisieron mentirte, quisieron que las nubes se disiparan durante un solo instante. Mintiendo, quizás mentían, quizás, sólo quizás, pero como decía Picasso: “El arte es una mentira que nos acerca a la verdad”.

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