lunes, 11 de marzo de 2013

TE QUIERO PAPITO, TE AMO MAMASOTA


Me senté con Frida retozando en mi regazo a leer El americano impasible de Graham Greene y, mientras lo ojeaba y acariciaba a Frida, me puse a pensar…
Dormíamos a pierna suelta, era domingo y yo había guardado el teléfono móvil en el cajón de la mesilla de noche el viernes, justo cuando llegué del trabajo. “Este fin de semana no estoy para nadie”. De vez en cuando os recomiendo un fin de semana sin gente, sin nadie; si sois solteros, quedaos solos, y si tenéis pareja, quedaos a solas con ella sin padres, ni madres, sin amigos, sin suegros, sin tíos, sin cumpleaños, sin comidas familiares, sin fútbol, sin afeitarse… Es gloria bendita, os lo aseguro.

Para la mayoría de mortales que están enamorados no hay mejor cosa que amanecer un domingo y que tu mujer u hombre te despierte con un beso tierno y te diga: “Te quiero”. Para mí no. Gal·la se apoyó en mi pecho, me miró fijo hasta que yo abrí los míos y, en lugar del sobado “te quiero”, dijo: “Conozco un bar donde hay bufé libre de desayunos”. No me vi, pero supongo que sonreí, una de esas sonrisas amplias, sinceras y soñolientas. ¿Te quiero? Eso no siempre significa amor, pero bufé libre de desayuno, eso, amigos míos, es amor incondicional.
Salimos de casa predispuestos a dejar temblando al dueño del local en cuestión. No me extenderé en el drama que prosigue, sólo diré que el famoso bar no tiene bufé los domingos, hecho que no logro comprender: ¿es que hay alguien que antes de ir a la oficina va a comerse unos huevos fritos con jamón, un par de brioches con mantequilla y mermelada, zumo de naranja, una tostada con embutido ibérico, un café solo y un yogur? ¿Para qué sirve un bufé libre entre semana? Podéis imaginar que la decepción fue descomunal, la idea de un desayuno ilimitado había ocupado mi mente desde el minuto cero hasta el momento de la decepción. Por suerte, Gal·la se apresuró a buscar otro bar donde pude saciar mi voracidad, esta vez limitada en un café con leche y un cruasán. Sé que es un desayuno normal y corriente, pero a veces las decepciones me quitan el apetito. Además sabía que para comer prepararíamos un arroz con conejo y ese pensamiento me consoló.
Caminamos un poco por la rambla del barrio, hacía un día estupendo, soleado, y la gente caminaba sonriente. Entonces vi algo que me causó una cierta impresión, nada escatológico, digamos que se podría incluir en un libro de sociología: vi a una pareja que superaba los cincuenta, iban cogidos de la mano, él era canoso, un hombre agradable, y ella llevaba el pelo corto, teñido de rubio, nada fuera de lo normal, lo que realmente era curioso era que iban vestidos exactamente igual. Llevaban unos tejanos idénticos, bambas idénticas y un par de forros polares rojos, por supuesto, idénticos. Los observé detenidamente y eran marido y mujer, de eso no había duda.  Me detuve disimuladamente a su lado en el semáforo y entonces fue cuando lo escuché y un escalofrío me recorrió la nuca. No reproduciré la conversación, pues era insustancial, lo realmente macabro era que se llamaban papá y mamá.
Sé que es muy habitual y que muchos conocéis a parejas que lo hacen, de hecho, yo también conozco alguna, pero nunca me había parado a pensar detenidamente en ello. Miré a Gal·la y lo pensé, podría volver a besarla apasionadamente si comenzásemos a llamarnos papá y mamá. Una suerte de arcada me atravesó el gaznate.
Pichoncito, amor, cosita, bicho, pastelito, hay mil maneras de llamar a tu pareja, algunas más empalagosas que otras, pero más allá de lo cursis que puedan llegar a ser son motes cariñosos. Pero… ¿mamá? ¿De verdad? ¿A nadie le repugna la idea? ¿Soy sólo yo? Maldita sea, ¿tengo que acostarme con una mujer a la que llamó mamá?
He hecho un poco de trabajo de campo y he visto porno, y sobre todo en el porno latino sucede, se llaman cosas como papito o mamasota, pero no era repugnante. Terminé de ver el video, lo vi un par de veces más, por interés periodístico nada más, y resultó que no me molestó. Parecía que les gustaba llamarse así, de todas formas no me convenció del todo, papito y mamasota no son lo mismo que mamá y papá.
Sé que lo que voy a decir (escribir) ahora es cruel, pero hay veces que uno tiene que serlo, tiene que hacer o decir cosas que no son del agrado de los demás, porque es la única forma de que la gente entre en razón, de hacerles ver la realidad. Todos aquellos que tengáis pareja, y los que no tengáis, echadle un poco de imaginación, haced el ejercicio: coged a vuestra mujer u hombre por la cintura, miradla con pasión y besadla (con lengua, a poder ser). Una vez hecho esto decidle: “Te quiero, papá” o “Te quiero, mamá”. Alguno de vosotros ahora mismo estará gritando; lo sé, he despertado algo que estaba escondido dentro de vosotros, algunos habíais trabajado mucho para olvidarlo y lo habíais escondido en lo más profundo de vuestra psique, pero era preciso que lo recordaseis: es ese tenebroso momento en que sorprendisteis a vuestros padres en la cama.
… …
He dejado unos segundos para que os recuperaseis del impacto. Antes de continuar, quiero deciros que estoy con vosotros, sé que ha dolido, pero más me ha dolido a mí. Terapia de choque, le llaman algunos. Yo le llamo acción de prevención. Estoy seguro de que ahora, cuando crezcáis, cuando tengáis hijos, pensaréis antes de cambiar el “amorcito” por el “mamá”, y si algún día os compráis un par de sudaderas iguales, pensad lo que estáis haciendo. Hay un punto de no retorno y creo que no me equivoco cuando digo que es comprar ofertas de ropa de hombre y mujer.
Por fin en casa, Gal·la comenzó a cortar pimientos, verdes y rojos, cebolla y tomate para preparar el sofrito y hacer el arroz con conejo. Me serví una copa de vino y lié un cigarrillo, la miré, chasqueé con la lengua y se giró con una sonrisa, yo también suspiré, aliviado: nada que ver, esa mujer que miraba el conejo muerto sobre la encimera no era una madre o, por lo menos, no era MI madre.

1 comentario:

  1. Tengo un auténtico problema con tu blog: quizá porque hasta hace poco era solo miope y ahora soy también hipermétrope, realmente me cuesta leerlo, debido al alto contraste entre el fondo y las letras. Me esfuerzo para llegar al final, pero luego estoy un buen rato viendo rayitas ante mí. He probado también seleccionando todo el texto para que así el fondo quede azul. Alivia algo el problema, pero...
    (Perdón si me meto en lo que no me llaman)

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