Lo veo a diario, veo como escondemos la cabeza bajo el ala,
como miramos hacia otro lugar, como disimulamos ante la evidencia o como
entornamos los ojos para que la luz de la realidad no nos dañe la retina. Y si
lo veo yo… puede verlo cualquiera.
No soy un erudito, no soy sociólogo, ni tampoco filósofo,
pero de vez en cuando me da pereza esconder la cabeza, me da vagancia mirar
hacia otro lugar, me da desidia disimular ante la evidencia o me da galbana
entornar los ojos. Espero que el lector sepa encontrar el sinónimo adecuado a
la pereza, a la vagancia, a la desidia y a la galbana, simplemente me toca
soberanamente la moral hacerlo e intento no hacerlo.
Como digo no soy mejor que nadie, simplemente, como a muchos
otros, no me gusta que me tomen el pelo y si tienen que tomármelo me jacto de
ponérselo un poco difícil, al menos que no se vayan a casa con buen sabor de
boca, los muy...
Intentar que a uno no le tomen el pelo, es decir, mantener
los ojos abiertos y no desviar la mirada tiene sus pros y sus contras, los pros
son más que evidentes. Ser un poco más libre de lo que pretenden que seas es
todo un logro, tener pensamiento crítico y no dar nada por cierto sin
contrastarlo te hace estar alerta, te hace un lector de la vida mucho más
sagaz. Por el contrario, sucede que muchos de mis interlocutores son de los que
esconden la cabeza, de los que entornan los ojos, aquellos que se conforman con
las sombras de la caverna de Platón. Y eso es una contra, se vive mucho más
tranquilo en la inopia, el calor y el cobijo que da el desconocimiento es el
mejor hogar, el que no te hace sufrir, el que te da lo que te ha dicho que necesitas,
aquel que te cuida si no sales a la luz, no preguntes, no pienses, acata
órdenes y serás feliz, todo lo feliz que yo te diga que puedes ser.
Es tan peligroso aquel que desde una tribuna miente
despiadadamente, que tergiversa la realidad, que deforma la verdad, como aquel
que la recibe tal y como viene, que se dedica exclusivamente a engullir
palabras e información, a digerir ligeras ideas e insustanciales máximas. Aquel
que se bebe el agua hedionda, oscura y escasa de sol, sin filtrarla, sin
hervirla y sin olerla será tan culpable de su futuro como el que pregona las
sombras.
Hagan ustedes la prueba, intenten decir alguna cruda
realidad a alguien de su entorno, verán, como de pronto se ponen nerviosos y
miran a su alrededor, como se les eriza el pelo de la nuca o les sudan las
manos, la verdad duele, sobre todo cuando no estás acostumbrada a ella.
―¿Sabes que en España hay niños que pasan hambre?
―¿Cómo hambre?
―Tres de cada diez niños viven por debajo del umbral de la
pobreza.
―Ya claro… oye tío, nunca tienes buenas noticias. Siempre
que apareces vienes con alguna de tus mierdas…
La caverna, ahí es cuando el eco de la caverna los llama,
hagan el esfuerzo ustedes también pueden escuchar el suave y aterciopelado
sonido de las profundidades que les reclama, sean fuertes y manténgase fuera,
intenten mantener a alguien a su lado, pero no desfallezcan si no lo consiguen,
no desesperen. El enemigo es poderoso, el enemigo sabe lo que hace, lo ha hecho
durante siglos y no van ustedes a cambiarlo de un plumazo.
―¿A caso no lees otras cosas?
―Bueno…
―¿No has visto que Tata Martino llevaba un polo verde
igualito al tuyo?
―La luz me ha cegado.
―¿Qué luz? Bueno tengo que irme.
―Sí, lo sé, te llaman.
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