lunes, 16 de septiembre de 2013

LOS COJONES DE PAPÁ

Mi papá es panadero, mi papá es carpintero, mi papá tiene una tienda de ropa, mi papá trabaja en una oficina, mi papá arregla neveras, mi papá es cocinero, mi papá es charcutero. “¿Y el tuyo manolito, a que se dedica tu papá?”, “Mi papá tiene los cojones muy pequeñitos y es el mejor padre del mundo”

Debe saber el lector, me veo obligado a sacarle de la inopia, que si su padre ha sido un gran padre, atento y cariñoso, si se ha involucrado en su educación de una forma plena, estimulando su aprendizaje, es más que probable que su progenitor tenga los testículos del tamaño de una aceituna, rellana, pero aceituna.
Por lo contrario, aquellos que sean hijos de padres despreocupados, que la máxima atención que recibían de su predecesor era una palmada en la espalda o que el máximo interés por sus estudios era firmar las evaluaciones, pueden estar tranquilos, el tamaño de criadillas de papá es como el de los toros de Hereford.
Una vez más mi tranquilidad matutina se ve truncada por un estudio realizado en una universidad norteamericana, parece ser que le han estado buscando relación entre el tamaño de los huevos con el ser buen o mal padre. ¿Se imaginan? Cientos de padres de familia haciendo cola frente a la universidad, respondiendo a la llamada de un estudio, uno a uno van pasando al despacho del científico en cuestión y bajándose los pantalones. Yo ya he pasado por eso, el urólogo tiene un curioso collar de testículos de madera y te mide, un número uno, un doce, un veinte lo anota y tú te vas.  Pues lo mismo, pero en lugar de tallaje de supuesta masculinidad te miden la calidad de tu paternidad.
Y leyendo el artículo me ha asaltado una duda, una duda cojonuda ―me perdonarán la gracia― ¿Qué sucede si un padre tiene un solo testículo? Y aún diré más, ¿Qué sucede si ese único testículo es de un tamaño digno, un tamaño agradable, un buen tamaño, sano y robusto?, ¿Convierte eso al individúo en un padre a medias?, ¿Puede sustituir un huevo mediano a dos pequeños? ¿Qué es lo que realmente importa, el tamaño o la cantidad?, ¿Alguien cojonudo es alguien con muchos cojones o con mucho cojón? Supongo que en cierta forma es así como funciona un investigador, preguntas que buscan respuesta.
E irremediablemente, de forma casi inconsciente, pienso en mi padre. Intento llamarlo, pero me detengo. ¿Ha sido un buen padre? No tengo queja alguna, un poco severo quizá, ¿Eso es huevo grande o pequeño? Me turbo. Me enciendo un cigarrillo, camino por casa, me siento de nuevo, y no quiero, me niego pero pienso en los huevos de mi padre. De acuerdo, descuelgo el teléfono, un teléfono antiguo, de los de disco y comienzo a marcar. ¿Cómo se lo va a tomar mi padre? Un padre es un padre, y hay cosas que no se le pueden preguntar. Cuelgo de nuevo y releo el artículo. ¡Qué no, me niego a creer que mi padre tiene los huevos de codorniz! Mi padres es, mi padre es…. ¡Claro! Un término científico que lo explica todo.
¡Mi padre es la excepción que confirma la regla! Exceptio probat regulam in casibus non exceptis. ¡Chúpate esa Atalanta! Marco, siete giros de disco y mi padre descuelga.
―¿Viejo?
―¿Qué paso? ―esta es la reacción habitual cuando se llama a un progenitor fuera del horario establecido para realizar las llamadas, se asusta.
―Nada… que… que… ¡te quiero!
―¿Bebiste? ―Esta es otra reacción frecuente cuando un hijo demuestra amor sin que venga a cuento.
―Cojonudo, un padre cojonudo.
Y cuelgo. Al rato mi padre demostrando su preocupación y su devoción como progenitor estaba en mi casa dispuesto a hacerme beber un litro de café con sal para purgar todo el alcohol que supuestamente había ingerido para llamarlo y decirle que le quiero y que es un padre cojonudo. Vomité mucho, mucho, al principio no quería beber pero….
―Soy tu padre y por mis cojones que te bebes el café.

Bebí.

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