El león, imponente, exótico, fiero, reluciente, hercúleo,
musculoso, tras los barrotes de un zoológico, preso, pero sin perder la
dignidad, el don de mando, sacando pecho, como posando para una fotógrafo de
National Geographic y resulta que… ¡es un perro joder, un perro disfrazado!
En un zoo de china “disfrazaban” a perros para hacerlos
pasar como leones. Y si podéis acceder al artículo, veréis que lo de disfrazar
es un decir, lo que le hacían a los pobres mastines tibetanos era un cardado
para simular la guedeja del león. La verdad que lo siento en el alma, pero es
que nos lo ponen a huevo, ¡hasta esto falsifican! Carteras Lois Vuitton,
relojes Rólex, calzoncillos Dolce & Gabbana y Phanthera leo, el maldito rey de la selva ―aún estoy por ver un
león en una selva― lo han falsificado, pero no una de esas imitaciones buenas,
bolsos con las costuras bien hechas o relojes con un mecanismo como dios manda,
nada que ver, una imitación muy jodida, ¡un maldito perro! No sé cuánto tiempo
habrán estado utilizando a los perros como felinos, pero lo curioso es que un
padre que iba con su hijo se avispó cuando descubrió que los supuestos felinos
ladraban. ¿En serio? ¿Le hizo falta esperar a que el perro/león ladrara para
averiguar que el can con el ridículo cardado no era el rey de la selva?
Pero el timo no termina ahí, los pícaros del zoológico no
contentos con mistificar a los perros, convirtieron a ratas en reptiles. ¡Ratas
en reptiles! Más allá de lo cabrones que sean por hacerle eso a los animales,
¿es o no es genial? ¿Cómo se convierte una rata en un dragón de Komodo?, ¿Cómo
se transforma un ratón en un camaleón?
En fin, me ha dado por pensar en el pobre chavalín que iba
con su padre al zoo, esperando ver el animal que tanto le ha entretenido en los
cuentos y en las películas, verlo por fin, aunque sea tras unos barrotes. Le han jodido un recuerdo de infancia y
supongo que le han dado una buena anécdota para cuando sea mayor.
De pequeño me quedaba embobado mirando a los felinos en el
zoológico. Me encantaba ver a las panteras o a los pumas tumbados al sol, mirando
distraídos y parpadeando lentamente. En cierto modo parecía que los que nos
observan eran ellos a nosotros.
Suele suceder que los recuerdos son maravillosos por ser
justamente eso, recuerdos. Hechos que has mitificado en tu mente y que guardas
con cariño y emoción. Pero si intentas revivirlos, por alguna razón ya no
sientes lo mismo. Hablo concretamente de los recuerdos de infancia, si intentas
revivir alguna experiencia de tu época de niñez sucede que como has cambiado ya
no es lo mismo. A mí, por ejemplo, me encantaba comer pan con mantequilla y
cacao en polvo, ahora, me parece una asquerosidad, cosas que pasan. Hoy este
muchachito, comprenderá que lo que había en esa jaula, lejos de ser una fiera,
era un mastín tibetano con un cardado ridículo, tan ridículo como el de su tía
la soltera. Y no sé cómo irán de leones en China pero no es una cosa que se vea
todos los días.
Los años pasarán, y el niño crecerá y si tiene hijos tarde o
temprano terminará llevándolos al zoológico. Entonces será cuando quizá de un
rincón de su mente rescatará la visita al zoo acompañado de su padre. O más aún
es posible que sean este padre e hijo de antaño, convertidos hoy en abuelo y
padre quienes lleven a un pequeño al zoológico. Se acercarán a la jaula de los
leones, el niño correrá frente a ellos y ambos caminarán lentos y de vez en
cuando se mirarán, con una sonrisa cómplice, el abuelo pondrá la mano sobre el
hombre de su hijo y este sonreirá más abiertamente. Un enorme león, tumbado
bajo el sol dormitará con un par de moscas en el hocico. Inmutable ante la
presencia del trio generacional. El hijo mirará al padre y dirá:
―¿Te acuerdas? Nuestros leones jadeaban, correteando por la
jaula y ladraban.
Una copia nunca será mejor que el animal auténtico, pero, un
recuerdo es un recuerdo.
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