jueves, 5 de septiembre de 2013

UN RECUERDO

El león, imponente, exótico, fiero, reluciente, hercúleo, musculoso, tras los barrotes de un zoológico, preso, pero sin perder la dignidad, el don de mando, sacando pecho, como posando para una fotógrafo de National Geographic y resulta que… ¡es un perro joder, un perro disfrazado!

En un zoo de china “disfrazaban” a perros para hacerlos pasar como leones. Y si podéis acceder al artículo, veréis que lo de disfrazar es un decir, lo que le hacían a los pobres mastines tibetanos era un cardado para simular la guedeja del león. La verdad que lo siento en el alma, pero es que nos lo ponen a huevo, ¡hasta esto falsifican! Carteras Lois Vuitton, relojes Rólex, calzoncillos Dolce & Gabbana y Phanthera leo, el maldito rey de la selva ―aún estoy por ver un león en una selva― lo han falsificado, pero no una de esas imitaciones buenas, bolsos con las costuras bien hechas o relojes con un mecanismo como dios manda, nada que ver, una imitación muy jodida, ¡un maldito perro! No sé cuánto tiempo habrán estado utilizando a los perros como felinos, pero lo curioso es que un padre que iba con su hijo se avispó cuando descubrió que los supuestos felinos ladraban. ¿En serio? ¿Le hizo falta esperar a que el perro/león ladrara para averiguar que el can con el ridículo cardado no era el rey de la selva?
Pero el timo no termina ahí, los pícaros del zoológico no contentos con mistificar a los perros, convirtieron a ratas en reptiles. ¡Ratas en reptiles! Más allá de lo cabrones que sean por hacerle eso a los animales, ¿es o no es genial? ¿Cómo se convierte una rata en un dragón de Komodo?, ¿Cómo se transforma un ratón en un camaleón?
En fin, me ha dado por pensar en el pobre chavalín que iba con su padre al zoo, esperando ver el animal que tanto le ha entretenido en los cuentos y en las películas, verlo por fin, aunque sea tras unos barrotes.  Le han jodido un recuerdo de infancia y supongo que le han dado una buena anécdota para cuando sea mayor.
De pequeño me quedaba embobado mirando a los felinos en el zoológico. Me encantaba ver a las panteras o a los pumas tumbados al sol, mirando distraídos y parpadeando lentamente. En cierto modo parecía que los que nos observan eran ellos a nosotros.
Suele suceder que los recuerdos son maravillosos por ser justamente eso, recuerdos. Hechos que has mitificado en tu mente y que guardas con cariño y emoción. Pero si intentas revivirlos, por alguna razón ya no sientes lo mismo. Hablo concretamente de los recuerdos de infancia, si intentas revivir alguna experiencia de tu época de niñez sucede que como has cambiado ya no es lo mismo. A mí, por ejemplo, me encantaba comer pan con mantequilla y cacao en polvo, ahora, me parece una asquerosidad, cosas que pasan. Hoy este muchachito, comprenderá que lo que había en esa jaula, lejos de ser una fiera, era un mastín tibetano con un cardado ridículo, tan ridículo como el de su tía la soltera. Y no sé cómo irán de leones en China pero no es una cosa que se vea todos los días.
Los años pasarán, y el niño crecerá y si tiene hijos tarde o temprano terminará llevándolos al zoológico. Entonces será cuando quizá de un rincón de su mente rescatará la visita al zoo acompañado de su padre. O más aún es posible que sean este padre e hijo de antaño, convertidos hoy en abuelo y padre quienes lleven a un pequeño al zoológico. Se acercarán a la jaula de los leones, el niño correrá frente a ellos y ambos caminarán lentos y de vez en cuando se mirarán, con una sonrisa cómplice, el abuelo pondrá la mano sobre el hombre de su hijo y este sonreirá más abiertamente. Un enorme león, tumbado bajo el sol dormitará con un par de moscas en el hocico. Inmutable ante la presencia del trio generacional. El hijo mirará al padre y dirá:
―¿Te acuerdas? Nuestros leones jadeaban, correteando por la jaula y ladraban.

Una copia nunca será mejor que el animal auténtico, pero, un recuerdo es un recuerdo.

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