jueves, 20 de junio de 2013

HECHO EN AMÉRICA, MUERTO EN ITALIA

Hoy no puedo seguir celebrando. Mañana será otro día, seguro, pero hoy, hoy no tengo ganas. Ha muerto James Gandolfini.
No puedo explicar la extraña relación que mantengo con todos y cada uno de los personajes de la mafia, sicópatas, asesinos, ladrones, estafadores, pero por alguna razón (siempre cinematográficamente hablando) empatizo con ellos.


Me pasó a primera vista con Marlon Brando en el Padrino primera parte, me enamoré del personaje. Recuerdo cuando murió, yo estaba haciendo una escala en el aeropuerto de Barajas, vi su imagen en un televisor, no tenía sonido, pero vi su cara, pelo blanco y gordo. Me levanté caminé lento hacía la imagen y pude leer las letras. Sentí una sensación extraña, sentía que no estaba en lugar adecuado como cuando te enteras de algo y estás lejos, el sentimiento de tener que ir a su entierro,  no fui, obviamente.

Me he despertado hoy y como cada día lo primero que he hecho ha sido leer las noticias y la primera en la frente. Gandolfini se encontraba de vacaciones en Italia y ha muerto de un ataque al corazón. Que oportuno. Como Michael Corleone, Tony Soprano también viajó a Italia a encontrarse con sus raíces y hoy, ya extinta la serie que lo catapultó a la fama mundial, vuelve a Italia a morir.

No se absolutamente nada de Gandolfini, no se si era un buen padre y buen esposo, no sé si pagaba sus impuestos o cuidaba de su madre, no tengo ni la más remota idea de que clase de persona era. Pero, del mismo modo que la muerte de Brando me dejó un amargor en la boca, con él me ha sucedido lo mismo.

No tengo ninguna intención de alabar su trabajo como actor, personalmente no creo que fuese un gran actor, pero lo cortés no quita lo Soprano. James Dean, Marilyn Monroe, John Wayne o Humphrey Bogart eran muy malos actores pero sin embargo pasaron a la historia y tardarán mucho en olvidarlos, si es que alguna vez se les olvida. James Gandolfini no creó a Tony Soprano, en realidad él mismo era Tony Soprano, y eso ya es mítico. Del mismo modo que Bogart no creo a sus personajes, eran él mismo, pero ¿saben qué? Me sobra y me basta. Hay cientos de actores que intentan crear personajes constantemente, que han ido a clases y nunca logran nada, él encarnó a uno de los personajes más importantes que han pasado por nuestros televisores.

Quizá para aquellos que nunca han visto la serie el texto les sea indiferente, pero aún se me erizan los cabellos cuando recuerdo el momento en que Tony y los suyos tienen que matar a Big “Pussy” Bonpensiero o cuando Tony llega a su casa y descubre el intento de suicidio de su hijo Anthony. Son momentos que recordaré siempre.

La mafia, cuando la trasladamos al cine o a la literatura, no es sólo muerte y crimen, es otra cosa. Habla de la familia, del honor, del respeto, de la traición, de la amistad, de hacer lo que se tiene que hacer, de la consecuencia de los actos. Tiene un halo romántico, un que sé yo, un no sé que. Maldita sea cuantas veces habré soñado calzarme un traje a medida, una camisa de seda, un anillo de oro en el meñique y salir a la calle, besar a las abuelas que vienen a contarte sus problemas, alborotarle el pelo a los niños que juegan en la calle y llegar al restaurante donde están mis compinches para desayunar con un ristretto.


Ahora mi imaginación quiere ver a Silvio Dante, a Paulie Gualtieri, a “Johny Sack” Sacrimoni, a Christopher Moltisanti, a “Pussy” Bonpensiero, a la doctora Melfi, a Carmela, a Meadow y a todos los demás con sus elegantes trajes, sus sonrisas de media lado y sus ojos de halcón, reunidos en el Vesubio de Artie Bucco, dando la despedida a Tony, a James, mientras su tío Corrado Soprano canta Core ‘ngrate de Cordiferro.


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