lunes, 17 de junio de 2013

LOS NIÑOS NO LLORAN

—¿De qué estuvimos hablando el otro día? Los niños no lloran.
Intenté evitar las dos posibles cosas que se me pasaron por la cabeza al escuchar esa frase, la primera era cagarme encima y la segunda comenzar a insultar al personal.


La cosa fue que yo estaba repartiendo pastel entre mis sobrinos, y a cada trozo que repartía el renacuajo de turno venía y me daba un beso en la mejilla, en forma de agradecimiento. Hasta que llegó el último de ellos el cual se negó a besarme, hasta ahí todo normal. Yo le dije que sin beso no había pastel y se puso a llorar. Por su puesto se llevó el pastel, pensé en comerme el pastel mirando como lloraba pero entonces pensé en como odio la autoridad por la autoridad y se fue con el pastel y por supuesto al rato, me dio un beso. Así son los niños, supongo.

Pero cuando se echó a llorar y uno de los mayores presentes le soltó la frase, la frasecita de los cojones, quise como he visto que hacen algunos gorilas en los zoológicos, cagarme en una mano y comenzar a lanzar proyectiles de heces a diestro y siniestro. No hubiese sido un muy buen ejemplo para los querubines, o quizá si, quien sabe.

Lo que más me sorprendió es que aquella gente que se reunía en la mesa y que ahora miraba al niño lloroso, eran en gran parte los que habían contribuido a mi educación hace ya algunos años. Y pensé en que si eso es lo que yo había recibido, pues la verdad no he salido tan mal. ¿Los niños no lloran? ¿En serio esa frase ha pasado por un filtro? Me imagino diciendo esa frase a John Wayne en Valor de ley, diciéndosela a la niña que coprotagoniza el film, tendría aquí una carga mucho más profunda pues le diría que los niños no lloran a una niña de trenzas. En fin, John Wayne era John Wayne e imagino que no se le podría pedir una educación emocional demasiado profunda, pero por el amor de dios, la frase la soltó la tía abuela del muchacho.

Es terreno pantanoso el meterse en la forma de educar a un niño cuando uno no es padre, sobretodo cuando uno no es padre por que no quiere serlo (ese es un tema que trataremos otro día), es pantanoso por que la gente aunque no lo parezca es (somos) terriblemente susceptible. Así que no pienso dar una clase magistral de cómo educar a un niño, por que no soy quien para hacerlo. Pero lo que si puedo hacer es un pronóstico. Eso se me da bastante bien.

Imaginemos pues a un niño con una sensibilidad media, es decir, el típico niño con los miedos normales y corrientes, a la oscuridad, a lo desconocido, al malo de las películas, con un pavor terrible e inexplicable a las palomas, un caso de lo más normal. ¿Quién de nosotros no ha tenido un miedo irracional a algo? Conocí una vez a un niño que temía a las zanahorias, cada vez que veía una se echaba a llorar como un loco. Bueno, pues imaginemos a un niño tipo, que por alguna razón teme a las palomas, la misma persona que le diría que los niños no lloran podría perfectamente, dado su perfil psicológico, encerrar al niño en un palomar y conseguir así que el niño perdiese el miedo a las palomas.


La predicción es que dudo, dudo muchísimo que exponiendo a un niño a semejante trauma se subsanasen sus fobias. Del mismo modo que dudo que decirle a un niño que no debe llorar sea la solución para que deje de llorar por cosas aparentemente absurdas, absurdas para un adulto por supuesto. Conozco a señores, a hombres hechos y derechos que fueron criados con está máxima, el hombre no llora, llorar es de mujeres, llorar es de débiles y hoy no sólo no pueden llorar, sino que además son incapaces de demostrar ningún tipo de sentimiento. No fueron educados, fueron mutilados como un bonsái, su corazón es chiquitito y retorcido como esos pequeños árboles japoneses, incapaces de crecer.

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