viernes, 23 de agosto de 2013

EL PITO CON ARENA

Era un hovercraft inmenso, más parecido a un portaaviones. Como un monstruo marino, de esos que supuestamente esperaban a los marineros en Finisterre, apareció rodeado de enormes nubes de espuma y un ruido ensordecedor. Un barquito de guerra ruso que se coló en una playa repleta de gente. Uno piensa que el ejército de Putin habrá calculado que era una playa gay, a pesar que no lucia ninguna bandera de arcoíris, y no tenía otro remedio que invadirla. Parece ser que no ha sido así, que la playa debería estar desierta porque se trata de una zona que está dentro de un campo de tiro del ejército.

Vamos a ver… ¿Toda esa gente además de correr peligro de ser aplastado por un hovercraft, que para quien no lo sepa es un aerodeslizador que puede ser conducido por mar o por tierra, también era susceptible de morir en una práctica de tiro del ejército? Entonces, ¿Qué carajo hacían ahí?, ¿Nadie lo sabía?, ¿En serio? De todas formas hay que verle el lado bueno a las cosas, en realidad yo le veo un lado extraño, yo quiero que me suceda justamente eso, quiero que un inmenso barco de guerra me eche de la playa, que sólo pisar la arena, aparezcan flotas enteras de bárbaros uniformados y me saquen a bombazos, odio la playa.
A lo largo de mi vida, le sucede a casi todo el mundo, he sido obligado a hacer cosas en contra de mi voluntad. Cuando era pequeño me arrastraban a la playa, pequeño y desnudo correteaba por la orilla y me llenaba el pito de arena. Mamá, eso es incómodo, antihigiénico y humillante. A medida que he ido creciendo lo único que ha cambiado es que la ley me ha obligado a tapar mis partes nobles, pero la situación ha sido la misma, he sufrido el calor, el sudor, la arena, la crema solar, las hordas de domingueros y turistas… Supongo que la única parte buena que tiene la playa es que es gratis, pero también lo es quedarme en la terraza de mi casa con una cervecita.
El año pasado logré comprarme el equipamiento básico para las personas como yo, personas a las que primero, no nos gusta el sol, segundo no nos gusta la arena y tercero están obligados de vez en cuando a ir a la playa. Una sombrilla y una silla de plástico. La sombrilla es básica, te abastece como su propia nombre indica que una sombra más o menos agradable y la silla de plástico evita que tengas que posar tu culo sobre una toalla que irremediablemente terminará llena de arena, ya saben, los adorables niñitos que pasan corriendo junto a ti.
Esta infraestructura de dominguero me permite pasar el tiempo que me obligan a estar en la playa en una situación más o menos aceptable, la sombra, un asiento cómodo, y por supuesto el señor que me suministra cerveza fresca y trozos de coco.  Sucede que cuando el calor es insoportable tienes dos opciones o bien levantarte y acercarte a las duchas o meterte en la mar salada para remojarte un poco los testículos, sucede también que ya que estás en el agua decides recordar tus épocas mozas y convencerte que aún pesas treinta quilos menos y que aún puedes nadar al estilo mariposa. Grave error, pues tienes que volver arrastrándote hasta tu escondrijo bajo la sombrilla y jadeando dejarte caer en la endeble sillita de plástico.

La cuestión es que este año por H o por B me he librado de esa tortura, yo soy más de piscina, de chiringuito, de salones climatizados, del balcón de mi casa, cualquier cosa antes que la arena de la playa. Dicen que la esperanza es lo último que se pierde y que soñar es gratuito, yo sólo sueño con dos cosas, es indistinto cuál de las dos suceda, o que asfalten la playa hasta la orilla o que cada vez que acuda a la playa el ejército ­―ya que tiene poco que hacer, a no ser que se les ocurra invadir Gibraltar― decida que es un buen día para aparecer con su flota y joderle el día al personal y alegrármelo a mí. ¿El ejército alegrándome el día? Si no lo hubiese escrito, negaría haberlo dicho. 

1 comentario:

  1. Amigo, aquí uno que siente también una profunda aversión a la arena en las partes nobles o menos nobles, al sol achicharrante y al salitre. Sólo me faltaba el hovercraft vomitando infantes de marina al ritmo del chin pum chin pum del chiringuito (menos mal que ya no ponen a Los Chunguitos, que era peor... o no...) Vamos, ni Lovecraft hubiera inventado una pesadilla peor.

    Buen post, compañero. Te sigo.

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