Era un hovercraft inmenso, más parecido a un portaaviones. Como
un monstruo marino, de esos que supuestamente esperaban a los marineros en Finisterre,
apareció rodeado de enormes nubes de espuma y un ruido ensordecedor. Un barquito de guerra ruso que se coló en una playa repleta de gente. Uno piensa
que el ejército de Putin habrá calculado que era una playa gay, a pesar que no
lucia ninguna bandera de arcoíris, y no tenía otro remedio que invadirla.
Parece ser que no ha sido así, que la playa debería estar desierta porque se
trata de una zona que está dentro de un campo de tiro del ejército.
Vamos a ver… ¿Toda esa gente además de correr peligro de ser
aplastado por un hovercraft, que para quien no lo sepa es un aerodeslizador que
puede ser conducido por mar o por tierra, también era susceptible de morir en
una práctica de tiro del ejército? Entonces, ¿Qué carajo hacían ahí?, ¿Nadie lo
sabía?, ¿En serio? De todas formas hay que verle el lado bueno a las cosas, en
realidad yo le veo un lado extraño, yo quiero que me suceda justamente eso,
quiero que un inmenso barco de guerra me eche de la playa, que sólo pisar la
arena, aparezcan flotas enteras de bárbaros uniformados y me saquen a bombazos,
odio la playa.
A lo largo de mi vida, le sucede a casi todo el mundo, he
sido obligado a hacer cosas en contra de mi voluntad. Cuando era pequeño me
arrastraban a la playa, pequeño y desnudo correteaba por la orilla y me llenaba
el pito de arena. Mamá, eso es incómodo, antihigiénico y humillante. A medida
que he ido creciendo lo único que ha cambiado es que la ley me ha obligado a
tapar mis partes nobles, pero la situación ha sido la misma, he sufrido el
calor, el sudor, la arena, la crema solar, las hordas de domingueros y turistas…
Supongo que la única parte buena que tiene la playa es que es gratis, pero
también lo es quedarme en la terraza de mi casa con una cervecita.
El año pasado logré comprarme el equipamiento básico para
las personas como yo, personas a las que primero, no nos gusta el sol, segundo
no nos gusta la arena y tercero están obligados de vez en cuando a ir a la
playa. Una sombrilla y una silla de plástico. La sombrilla es básica, te
abastece como su propia nombre indica que una sombra más o menos agradable y la
silla de plástico evita que tengas que posar tu culo sobre una toalla que
irremediablemente terminará llena de arena, ya saben, los adorables niñitos que
pasan corriendo junto a ti.
Esta infraestructura de dominguero me permite pasar el
tiempo que me obligan a estar en la playa en una situación más o menos
aceptable, la sombra, un asiento cómodo, y por supuesto el señor que me
suministra cerveza fresca y trozos de coco.
Sucede que cuando el calor es insoportable tienes dos opciones o bien
levantarte y acercarte a las duchas o meterte en la mar salada para remojarte
un poco los testículos, sucede también que ya que estás en el agua decides
recordar tus épocas mozas y convencerte que aún pesas treinta quilos menos y
que aún puedes nadar al estilo mariposa. Grave error, pues tienes que volver
arrastrándote hasta tu escondrijo bajo la sombrilla y jadeando dejarte caer en
la endeble sillita de plástico.
La cuestión es que este año por H o por B me he librado de
esa tortura, yo soy más de piscina, de chiringuito, de salones climatizados,
del balcón de mi casa, cualquier cosa antes que la arena de la playa. Dicen que
la esperanza es lo último que se pierde y que soñar es gratuito, yo sólo sueño
con dos cosas, es indistinto cuál de las dos suceda, o que asfalten la playa
hasta la orilla o que cada vez que acuda a la playa el ejército ―ya que tiene
poco que hacer, a no ser que se les ocurra invadir Gibraltar― decida que es un
buen día para aparecer con su flota y joderle el día al personal y alegrármelo a
mí. ¿El ejército alegrándome el día? Si no lo hubiese escrito, negaría haberlo
dicho.
Amigo, aquí uno que siente también una profunda aversión a la arena en las partes nobles o menos nobles, al sol achicharrante y al salitre. Sólo me faltaba el hovercraft vomitando infantes de marina al ritmo del chin pum chin pum del chiringuito (menos mal que ya no ponen a Los Chunguitos, que era peor... o no...) Vamos, ni Lovecraft hubiera inventado una pesadilla peor.
ResponderEliminarBuen post, compañero. Te sigo.