lunes, 19 de agosto de 2013

SECA DECEPCIÓN

Cuando a uno lo decepcionan, como a mí me ha sucedido, siempre se pone a pensar, cabizbajo y taciturno, se encierra en una habitación oscura, se enciende un cigarrillo y piensa en lo sucedido, en cuanto le ha dolido, en como lo va a superar, en la forma de afrontar de ahora en adelante su vida. Pero antes de continuar…

A lo largo de mi vida me he llevado muchas decepciones. Muchas significan unas cuantas. Mis ancianos ―siempre he querido utilizar esta frase, perdona papá― siempre me han dicho que esas decepciones, esas heridas que te van cruzando y cicatrizando el alma son las que te forman como hombre, como persona. Que cada una de ellas, como las líneas de la mano, forman parte de ti, de tu pasado, de tu presente y de tu futuro.
Te decepcionan los amigos y las amigas, las novias y los novios, te decepcionan padres y madres, tíos y tías, abuelos y abuelas y hasta no tan de vez en cuando como cabría esperar te decepcionas a ti mismo. Es probable que uno deba aprender a sobrellevar estas decepciones, porque si uno es decepcionado es muy susceptible de decepcionar. Aprender con el tiempo que el ser humano es falible y que no siempre puede estar a la altura de la situación, que muchas veces no le puedes pedir según a quien que actúe como a ti te gustaría, si realmente lo conoces, deberías saber cómo reaccionará y actuar en consecuencia. Pero eso es complicado, por eso, justamente por eso nos decepcionamos.
Las decepciones se podrían distribuir en dos grandes grupos, a saber: la primera es la que yo llamo decepción de baja calidad o en Román paladino, que me importa un reverendo carajo. Esta decepción procede de alguien de tu entorno, puede suceder que no tengas una gran amistad o que seáis sólo conocidos. También puede surgir de un conocido de un amigo o aún más alejado, de un conocido de un conocido, en estos casos es evidente que puede surgir una decepción pero que como decía antes nos importará un pepino. Y la decepción será pues descafeinada por decirlo de alguna forma.
El otro grupo de decepciones son más dolorosas, y las llamo “patada en el hígado”, pues en contraposición con el primer conjunto, estas decepciones emergen del seno de una familia o de una amistad arraigada. Siendo así escabrosas por dos motivos pues no sólo duele la decepción en sí misma sino que duele doblemente por proceder de quien procede. Cuando no te esperas una decepción te golpea como un mazo en el paladar, duro y seco, hay ocasiones en que el emisor recula raudo y pide disculpas, si es suficientemente importante uno puede por supuesto perdonar, pero la herida… ahí queda. Hay otras en que la decepción resulta de un acto de mala fe, eso es más jodido, un amigo que te decepciona a sabiendas, que se yo… las cosas son como son.
Empezaba el texto diciendo que me han decepcionado. Y aunque no es la primera vez, joder duele, como cuando te deja una novia adolescente, no es la primera vez que te sucede, pero no por eso deja de dolerte.
Ha sido una decepción jodida pues tenía muchas expectativas, las había ido creando a medida que pasa el tiempo, las horas, pensaba en ello y creaba una imagen visual en mi cabeza, tan nítida que casi podía verlo. ¿No es terrible?, ¿Se lo pueden imaginar?, ¿Les ha sucedido alguna vez?

Desolación señores, desolación. Dolor, me dolió el alma, el corazón, las entrañas  se me retorcieron cuando aplasté el pan en ese huevo frito y estaba seco, seco como el ojo de un tuerto. Decepción.

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