No sé si será o no será culpa de las madres, pero la cuestión es que visten
como putas. Van provocando al personal, con sus tipitos, sus escotes, sus
minifaldas o esos diminutos shorts
que no dejan nada a la imaginación.
Tienen mucha razón, a mí lo que me pone son las bragas de cuello vuelto,
las faldas plisadas hasta la pantorrilla, las blusas bien abrochadas; lo que se
conoce popularmente como el estilo Mary Poppins.
Tenemos suerte que un telediario de una cadena pública nos saque de la
inopia y nos diga cuál es realmente el problema de nuestra sociedad: las niñas,
que visten como fulanas baratas. El cáncer de nuestra nación no es el paro ni
la corrupción, son los putos ombligos al aire. La provocación que ejecutan
nuestras (y nuestros) adolescentes enseñando sus calzoncillos o tangas; es que
me sorprende que no pasen más desgracias.
Según la Real Academia, provocar
significa «incitar, inducir a alguien a que
ejecute algo». Y ¿hay alguna incitación mayor
para un hombre que ver una braguita asomar por la retaguardia de una niña de
quince años? ¡Joder, que no somos de piedra! No puede ser, es que uno tiene que
hacer verdaderos esfuerzos para no lanzarse como un albatros enloquecido a un
banco de púberes recién salidas del instituto, sobarlas bien sobadas y salir
corriendo. Yo lo que hago para apaciguar el calentón es salir al balcón de mi
casa y masturbarme entre los barrotes, que me dé un poco de aire fresco.
No perderé la sorna, pero lo trataré un poco más seriamente. Es evidente
que a cualquier persona de cierta edad, incluso a mí, que no soy ningún
anciano, puede sorprenderle la forma de vestir de nuestros adolescentes. Pero
que levante la mano el adulto que no vio a su madre poner el grito en el cielo
al salir de casa, vestidos con minifaldas, pantalones de campana o camisas
desabrochadas hasta el ombligo mostrando los primeros rizos del pecho.
Recordemos que no hace tanto mostrar un tobillo hacía que el personal
masculino se pusiera berraco perdido, hoy hemos subido las faldas hasta el
mollete del culo; bien, ya bajarán.
Pensar que nuestras hijas o hijos son objetivo de violadores y pervertidos
por el simple hecho de mostrar un poco de carne es absurdo. ¿Acaso no se
violaba en la época de los reyes godos? Y no iban precisamente ligeritos de
ropa.
Además, que vistan enseñando la raja del culo no es otra cosa que mal
gusto, dentro de los cánones normalizados (signifique lo que signifique); eso
no quiere decir que quien muestra la raja del culo sea guarra o guarro,
entendiéndose por guarro como aquel que sólo piensa en el fornicio. No debe
sorprender a nadie si digo que en muchas escuelas de curas o monjas se han
hecho pajas en los cuartos de baño, y no me refiero a la práctica del onanismo,
tan sana como cualquier otra, sino que uno ha masturbado a otro. ¡Colas en los
retretes! Cuando Charo la cachonda se metía en el escusado y levantaba la veda
de la paja. Y Charo, a la que no tuve el gusto de conocer, vestía con su
uniforme reglamentario: falda plisada, calcetines hasta las rodillas, camisa
bien planchada y rebeca de punto. Y ahí la tenían, ejercitando el músculo
braquiorradial, también conocido como músculo pajero.
En definitiva, catalogar a un muchacho o muchacha de provocador, de guarro
o de cachondo por su forma de vestir es ser un fascista recalcitrante. Uno
puede babear por una muchacha con escote, somos humanos, uno puede mirar el
paquete de un adolescente o fantasear con los calzoncillos de marca que asoman
por su popa, pero de ahí a decir que están provocando... Señores, un poco de
seriedad.
El que disfruta regalando mamadas, entregando su culo u ofreciendo sus
servicios de pajero público en cualquier retrete de esta nuestra nación, lo
hará vestido como Lady Gaga o como Fernando Esteso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario