jueves, 9 de mayo de 2013

LA IGLESIA SABRÁ QUE HACER


“¡Soy yo!... humano desde el principio.” Reza el cartel que vi en la calle. Una de esas vallas publicitarias que normalmente nos anuncian automóviles, publicitan cierta clase de bebidas o nos instan a comprar en tal o cual tienda. Parece que ahora están decididos a decirnos que tienen que hacer las mujeres con sus úteros. Es la campaña de este año de la conferencia episcopal. La campaña en contra del aborto. Sea cual sea el origen del embarazo, sea cual sea la salud del embrión, hay que traerlo al mundo. Según los señores que llevan falda y crucifijos de oro, una madre sola o una madre en conjunción con un padre, no son quienes para decidir sobre el útero de ella.


Es un tema delicado que ellos se toman a la ligera. El aborto, palabra que ya de por sí tiene terribles connotaciones, no es una decisión que se tome de un día para otro, no es una decisión que se toma al levantarse una mañana, desperezándose frente al espejo, es una dura decisión que se toma por ciertas razones. Pero ellos nos dicen que esta decisión no está en nuestras manos, que dios decide y que dios dispone.

El aborto, no debe ser un método anticonceptivo, del mismo modo que la pastilla del día después no debe serlo. Es evidente que una pareja puede dedicarse al fornicio digamos a pelo y una vez plantada la semillita decidir que no es el momento, puede hacerlo pero no es lo más correcto. Todo aquel que se quede embarazado, y uso el género masculino como pluralidad de sexos (muy a pesar de los feministas del lenguaje), se queda por que él quiere, aunque no sepa que quiere, no digo que sea un deseo oculto de paternidad, simplemente que es por, como diría mi padre, por pelotudo. Condones, pastillas anticonceptivas, dius, diafragmas, el llamado aro, hay bastantes sistemas para evitar el embarazo. Es evidente que puede suceder que el macho cabrío en su plenitud y potencia sexual atraviese con un chorro de esperma el condón, es evidente pero cada vez menos probable, pues debido al tabaco, a la polución, a la radiación, nuestros testículos que en otra época fueron estandarte de masculinidad cada vez quedan más pobres de renacuajos, pero eso es harina de otro costal.

Hubo una época, en la que las mujeres que querían abortar se tenían que ir a Londres, eso las que tenían la suerte de tener el dinero, y las que no lo tenían pues en casa de una vecina con una pipeta de plástico agua y jabón, una práctica muy segura, como puede imaginar el lector.
Parece que a nuestro clero se la trae al pairo, se la sopla por delante y por detrás, mujeres embarazadas, tras una violación, niños que se forman con enfermedades, que crecen en el vientre con malformaciones, eso a ellos, como digo se la sopla.
Así que tarde o temprano, y sino al tiempo, volveremos a esos épocas oscuras, donde las mujeres no podían abortar. Más aún, donde decir que uno disfruta de la sexualidad sin ninguna intención de procrear era un pecado horrible. Una época oscura como una sotana, una época lúgubre, fosca e intrigante como la ingle de una monja.

Pero por favor, que a nadie se le ocurra mentar, los millones que la iglesia guarda en sus mazmorras, los niños y niñas violadas, matanzas y dictaduras abaladas por la sotana, la indiferencia ante el hambre y la pobreza, los lavados de cerebro a pueblos indígenas o la educación sectaria. Todo lo que ellos hacen es en pos de la vida. Recuerden sino los casos de los niños desaparecidos, esa monjita, es monja… no se hagan problema, la iglesia sabrá que hacer con ellos.

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