“¡Soy
yo!... humano desde el principio.” Reza el cartel que vi en la calle. Una de
esas vallas publicitarias que normalmente nos anuncian automóviles, publicitan
cierta clase de bebidas o nos instan a comprar en tal o cual tienda. Parece que
ahora están decididos a decirnos que tienen que hacer las mujeres con sus
úteros. Es la campaña de este año de la conferencia episcopal. La campaña en
contra del aborto. Sea cual sea el origen del embarazo, sea cual sea la salud
del embrión, hay que traerlo al mundo. Según los señores que llevan falda y
crucifijos de oro, una madre sola o una madre en conjunción con un padre, no
son quienes para decidir sobre el útero de ella.
Es un
tema delicado que ellos se toman a la ligera. El aborto, palabra que ya de por
sí tiene terribles connotaciones, no es una decisión que se tome de un día para
otro, no es una decisión que se toma al levantarse una mañana, desperezándose
frente al espejo, es una dura decisión que se toma por ciertas razones. Pero
ellos nos dicen que esta decisión no está en nuestras manos, que dios decide y
que dios dispone.
El
aborto, no debe ser un método anticonceptivo, del mismo modo que la pastilla
del día después no debe serlo. Es evidente que una pareja puede dedicarse al
fornicio digamos a pelo y una vez plantada la semillita decidir que no es el
momento, puede hacerlo pero no es lo más correcto. Todo aquel que se quede
embarazado, y uso el género masculino como pluralidad de sexos (muy a pesar de
los feministas del lenguaje), se queda por que él quiere, aunque no sepa que
quiere, no digo que sea un deseo oculto de paternidad, simplemente que es por,
como diría mi padre, por pelotudo. Condones, pastillas anticonceptivas, dius,
diafragmas, el llamado aro, hay bastantes sistemas para evitar el embarazo. Es
evidente que puede suceder que el macho cabrío en su plenitud y potencia sexual
atraviese con un chorro de esperma el condón, es evidente pero cada vez menos
probable, pues debido al tabaco, a la polución, a la radiación, nuestros
testículos que en otra época fueron estandarte de masculinidad cada vez quedan
más pobres de renacuajos, pero eso es harina de otro costal.
Hubo
una época, en la que las mujeres que querían abortar se tenían que ir a
Londres, eso las que tenían la suerte de tener el dinero, y las que no lo
tenían pues en casa de una vecina con una pipeta de plástico agua y jabón, una
práctica muy segura, como puede imaginar el lector.
Parece
que a nuestro clero se la trae al pairo, se la sopla por delante y por detrás,
mujeres embarazadas, tras una violación, niños que se forman con enfermedades,
que crecen en el vientre con malformaciones, eso a ellos, como digo se la
sopla.
Así
que tarde o temprano, y sino al tiempo, volveremos a esos épocas oscuras, donde
las mujeres no podían abortar. Más aún, donde decir que uno disfruta de la
sexualidad sin ninguna intención de procrear era un pecado horrible. Una época
oscura como una sotana, una época lúgubre, fosca e intrigante como la ingle de
una monja.
Pero
por favor, que a nadie se le ocurra mentar, los millones que la iglesia guarda
en sus mazmorras, los niños y niñas violadas, matanzas y dictaduras abaladas
por la sotana, la indiferencia ante el hambre y la pobreza, los lavados de
cerebro a pueblos indígenas o la educación sectaria. Todo lo que ellos hacen es
en pos de la vida. Recuerden sino los casos de los niños desaparecidos, esa
monjita, es monja… no se hagan problema, la iglesia sabrá que hacer con ellos.
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