Y se
derrumba un edificio en Bangladesh y lo vemos por la televisión y decimos “pobre
gente”, y que es una injusticia y les pagan una miseria, y nos alborotamos
durante un rato.
Yo lo
siento de veras, siento que al montarme no me pusieran una lengua como a todo
el mundo, siento que en lugar de un músculo me pusieran una guadaña. Damas y
caballeros, el traje barato que compraron para la boda de su cuñada, esa a la
que odian, lo había hecho alguna de las personas que ahora forma parte de un
paisaje de escombros. Las camisetas que usan a diario para ir a la oficina
fueron cosidas por una mujer que no volverá a ver el sol. Los pantalones de
lino, tan de primavera-verano que usa la vecina del quinto, fueron cortados por
el muchacho al que un cascote arrancó media cara.
Malolientes
pedazos de mierda, rebuznadores infectos e hipócritas somos nosotros, todos
nosotros, si lo único que hacemos es lamentarnos. Todos y cada uno de nosotros
compramos en esas tiendas, esas tiendas que deben lavar bien lavadas sus
prendas antes de venderlas para tapar nuestros repugnantes culos, pues de lo
contrario olerían a miseria, a esclavitud, a salarios bajos, olerían a nuestra
indiferencia, a nuestra hipocresía.
No
hace tantos años, todos los españolitos pusieron el grito en el cielo cuando
los franceses paraban nuestros camiones en la frontera y tiraban nuestra fruta,
y con el puño cerrado juraron que no consumirían más productos franceses.
Alguien les dijo que atentaban directamente contra nosotros. Y hace mucho menos
aún, todos los borregos de nuestra patria se enfurecieron cuando el gobierno de
Argentina nacionalizó nuestro/su petróleo.
¿Y
ahora qué hará la señora que dejó de comprar productos franceses? ¿Qué hará el
españolito de a pie que llamaba “puta sudaca de mierda” a la presidenta de Argentina?
El que defiende nuestro producto y el que dice que hay que comprar producto
español y compra ropa de estas marcas que fabrican en la India, la China o el Pakistán,
pero son españoles, joder, la marca es española. Espero que no sea el único que
siente repugnancia.
Yo os
diré qué hará el español, qué haremos todos nosotros: meternos la cabeza por el
culo, bien hondo, cuando el olor de nuestra mierda tape el olor de la mierda de
los demás. Un agujero oscuro, maloliente, pero nuestro agujero, húmedo,
caliente y seguro.
Yo os
diré lo que no haremos: no haremos boicot a todas las marcas que utilizan a
niños para coser las finas costuras de nuestros zapatos, de nuestro calzado
deportivo, el que usamos para correr por la noches, tan modernos y saludables,
nosotros. No dejaremos de comprar camisetas con etiquetas que, según la normativa,
indican el terrible made in, hecho en
países que ni siquiera sabríamos ubicar en un mapa.
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