miércoles, 29 de mayo de 2013

LO ROBO DE NOCHE LO VENDO DE DÍA

Paseo por los encantes viejos de Barcelona. Para aquellos que no residan en la ciudad o bien desconozcan lo que es, explicaré que es un mítico mercado de pulgas, un mercadillo de los de toda la vida. Ropa, enseres de cocina, perfumes, bicicletas, librerías de viejo, anticuarios etc.… Me encanta perderme entre los puestos, rebuscar, curiosear y de vez en cuando encontrar alguna ganga.


Es un recinto antiguo, ajado y descascarillado, probablemente uno de los adjetivos que se podría usar es el de insalubre. Pero que quieren que les diga, a mi me gusta tal y como está. De un tiempo a esta parte he visto como una faraónica edificación se levantaba no muy lejos de donde se encuentra ahora el mercado. Una especie de tejado enorme con espejos de colores y una ristra de casetas de metal, algo moderno dirán algunos, desangelado digo yo. Pues descubrí no hace mucho que será el nuevo emplazamiento del mercado de viejo que tanto me gusta.

Y uno, una vez más se pone a pensar en que necesidad tienen de cambiar algo que está bien como está. Seguro que hay tenderos que agradecen el cambio y clientes que también lo harán, es probable que las instalaciones hayan quedado obsoletas hace ya mucho y que el recinto merezca un descanso o un retiro. Pero ya conocen mi arraigada afición a lo añejo, me gusta que los libros de segunda mano estén apilados sobre una mesa de madera carcomida, me encanta que un árabe octogenario de ojos pequeños y barba rala venda radios viejas sobre una manta roja y me gusta el olor a celulosa en descomposición de las viejas revistas, las medias y calzoncillos apelotonadas donde los curiosos rebuscamos ese chollo que de sentido a la caminata.

Dicen que los techos son altos y acristalados para que de la sensación de que hay mucha gente, pues no lo entiendo, un lugar que estaba libre de marketing moderno, que los productos se vendían y promocionaban a gritos: “Bragas y sostenes Maríaaaaa, más barato que en la mercería, lo robo de noche lo vendo de día”. Ese es el único marketing que necesitamos los asiduos a esta clase de mercados, no necesitamos techos altos de diseño casetas que parecen carromatos de obras.

Se que la lucha está perdida, que en un mes desaparecerá el viejo mercado y que el nuevo monstruo metálico absorberá todos los puestos. Probablemente en el descampado crecerá un edificio de viviendas, viviendas que por su puesto nadie podrá comprar, pero que ahí estarán. Es cierto que no por ello dejaré de acudir a mi cita con los puestos desordenados, pero poco a poco, el futuro llega, lo ves a lo lejos, pero termina por llegar y destruye lo que has conocido.


Sólo me queda una esperanza, y confío plenamente, que los habituales del lugar sigamos acudiendo en procesión y de a poco convirtamos a ese monstruoso armazón de metal en un ser vivo, lleno de libros, de películas antiguas, de discos de vinilo, de prendas de ropa de segunda mano, de bicicletas robadas y de seres vivos gritones. 

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