Me senté con Frida retozando en
mi regazo a leer ¡Dan ganas de no morirse! de Eduardo Mazo y, mientras
lo ojeaba y acariciaba a Frida, me puse a pensar…
Se conoce que para dejar de ser
papa sólo hay dos opciones: morir en la cama o asesinado por Michael Corleone.
Pero una vez más Ratzinger ha sorprendido a su club de fans y se larga. Al
parecer hacía siete siglos que ningún papa abdicaba, renunciaba, “papificaba” o
lo que sea que haga el boss de los
curas, y ahora viene el bueno de Joseph y deja a su rebaño con el culo al aire.
Lógico, estará cansado, el hombre.
En casa estamos muy contentos con
esta decisión, pues creemos que ha llegado el momento, la fecha histórica en
que elijan, perdón, que Dios elija, a un papa argentino.
Lo imagino: la plaza San Pedro
llena hasta la bandera. Como una manada de orcos en el abismo de Helm, llegan
de lejos, de todas partes, llamados por su nuevo papa. Y cantan, los escucho,
los oigo claramente… ¿Pero qué hacen?, ¿rezan?, ¿son cánticos religiosos? No,
son las barras bravas del nuevo papa: “Yo los domingos voy a ver al papito
campeón, porque lo llevo en el alma. Esa locura que siento por vos no se compra
con nada. Ganes o pierdas te vengo a alentar, papito, vos sos mi vida, sos la
alegría de mi corazón. ¡Lo más grande de Argentina! Yo, papa, te vengo a ver. ¡Y
no me importa más nada! Vamos, vamos, papito, no le falles a tu hinchada”. Lo
pienso y se me erizan los pelos del pecho. Mi imaginación no tiene límites
cuando pienso en esto, y sigo, sigo, y lo veo salir al balcón. Ahí está, gordo
como un chancho, lustroso, lleno de vida y de vino. Vestido de blanco nube y la
mitra (el sombrero de dos picos) azul celeste, ¡un coqueto, nuestro papito!
Levantará las manos para calmar a las hinchadas y el pueblo callará y dirá:
“Pase lo que pase y dirija quien dirija, la camiseta número diez será siempre
suya”. ¡Vamos, papito peludo viejo nomás!
Luego, después, cuando despierto
de la borrachera eclesiástico-argentina, me doy cuenta de la que se avecina. ¿Los
bunga bunga de Berlusconi? Fiestas de párvulos. Un papa argentino… ¿pero a
quién carajo se le ha ocurrido semejante idea? Argentina tiene 2.780.400
kilómetros cuadrados y de poco los argentinos, unas veces más, otras menos,
pero de a poco la hemos hecho mierda. ¿Qué no podríamos hacer con un estado de
0,44 kilómetros cuadrados? Un caramelo.
La cosa no será de golpe, al
principio le comenzarán a sacar partido a los miles de turistas que acuden como
borregos cada día a ver las joyas del Vaticano… Un momento, perdón, eso ya lo
hacen. Bueno, eso no, lo que harán será comenzar a pedir dinero a todos los
católicos, a todos los fieles, para evangelizar a las pobres ovejas
descarriadas… Creo que estoy metiendo de nuevo la pata… eso también lo hacen.
No lo tendremos tan fácil para corromper al Vaticano, pero, tranquilos, tenemos
práctica y, como le dijo el elefante a la hormiga: paciencia y saliva.
Quizá a nuestro nuevo papito se
le ocurrirá una bueno idea, una novedosa idea. ¡Poner dos porterías en la plaza
San Marcos! ¡Ahí le dio, ahí acertó nuestro papito! No tiene equipo de fútbol,
y un país sin fútbol no es un país hermano.
El partido inaugural se habrá
pactado con una opípara cena entre el papito e Il Cavaliere. Una cena a puta cerrada, donde las cámaras no podrán
acceder.
Tras arrancar las centenarias
baldosas de la plaza y plantar césped, se alzarán unas enormes gradas que la
rodearán; como la Bombonera, será una chancha coqueta.
Los preparativos se harán con
tiempo, no se puede dejar nada al azar. Rafa di Zeo será contratado, bueno, en
realidad será ordenado obispo y líder de la nueva barra brava del equipo del
Vaticano.
En un acto público y con gran
solemnidad será elegido el entrenador del equipo, pero no será un acto normal y
corriente, será una canonización, por fin, y aún en vida, SANTA MARADONA será elegido el entrenador
oficial del equipo.
El once inicial será reclutado a
golpe de talonario, la prensa deportiva internacional se hará eco de los
sonados contratos multimillonarios del sacerdote: Hernán Crespo, el cardenal
Piojo López, el abad Batistuta, el padre Palermo, etc.
Con la vorágine de los
preparativos, se verán obligados a hacer unos pequeños cambios de última hora
en las santas escrituras, pues han pasado por alto algunos detalles. ¿Cómo puede
ser que el mismo D10S sea santo? Y, si como es intención del papito, se ficha
al obispo Messi, en algunos sitios considerado como un dios, ¿quién es dios y
quien no? ¿Es alguien un semidios? Con una humildad extrema, y un contrato
exorbitante, me ofreceré a reescribir la Biblia para que todos estos flecos
queden atados.
El partido empezará con el canto
del himno que habrá escrito Andrés Calamaro y que cantará en el centro del
campo junto a un millar de monaguillos llegados de todos los rincones del mundo.
Diego, vestido con una hermosa
sotana de seda albiceleste, gritará a sus muchachos y los arengará a reventar a
los putos tanos, como dice él educadamente.
En el palco, Silvio y el papito
disfrutarán de champán francés y caviar de beluga. Sus esposas también lo
harán. Sí, he dicho esposa, el papito, con cierta manga ancha, ha hecho cambiar
esa absurda tradición que dice que los religiosos no pueden acostarse con
mujeres… quiero decir que no se pueden acostar con nadie públicamente. Ahora sí
lo pueden hacer y casarse también, incluso se pueden casar ellos mismos.
El partido será glorioso, por
supuesto el equipo de dios ganará por goleada. Los periodistas más hediondos y fariseos
dirán que existió tongo y que los jugadores del Milán estaban comprados. El
papito no consideró que regalarle a cada uno de los jugadores una villa en el
Lago di Como y un Ferrari construido exclusivamente para esa ocasión fuese un
soborno. Dijo: “¿Si dios es generoso, por qué no iba a serlo yo?”. Grande,
papito.
Los años pasarán y nuestro papito
no se retirará, eso es de cobardes. Las cosas irán cambiando, el precio del
progreso, dirán algunos. Otros lo llamarán expolio, hay opiniones para todos
los gustos. Dicen que la reunión entre Donald Trump y el papito fue tensa, que
Trump no quería pagar lo que el sumo pontífice le pedía por la capilla Sixtina,
pero cuando apareció Silvio con sus chicas la tensión desapareció. Y por fin
Trump aceptó pagar y se llevó pieza a pieza la capilla para adornar su inmenso
ático de la torre Trump. Pasados los años, la gente se preguntará qué fue del
papito y dónde está el dinero. ¿El dinero? El dinero, como diría él, es el arma
del diablo para corromper el alma humana y él se ofreció a llevárselo para
dejarnos libres de cargas y de pecado. Ya lo dijo Santa Maradona: “Cuando entré en el Vaticano y
vi todo ese oro, me convertí en una bola de fuego”. Hoy ya no le sucedería.
¡Gracias, papito!
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