Yo
también soy un esclavo. Supongo que hay que asumir un poco de vergüenza, por
saberlo y decirlo. Aunque la esclavitud que nos viene a la cabeza, la de los
esclavos africanos trabajando en los campos de algodón, noS han dicho que está
abolida, hecho que por supuesto no es cierto. Cada año se pueden leer en los
periódicos tres o cuatro casos de esclavos descubiertos en tal o cual país. Lo
que está es prohibida, pero la droga también está prohibida y puedes
conseguirla sin demasiado esfuerzo.
Yo
quería hablar de otra esclavitud, de nuestra esclavitud. Sé que nadie se
considera esclavo, que trabajamos y pagamos nuestros alquileres y nuestraS hipotecas. Todo el que pueda por supuesto, el que pertenece al cada vez menos
selecto grupo de parados que el gobierno se encapricha en engordar cada día,
esos lamentablemente son harina de otro costal. Han sido tocados por la mano
sagrada del estado y ni siquiera quieren pagar sus hipotecas, bueno esta no es
una opinión mía, lo ha dicho la excelentísima María Dolores de Cospedal, y cito
aproximadamente según he podido leer en la prensa: “Nuestros votantes dejan de
comer antes de no pagar la hipoteca”. ¡Por supuesto como dios manda! La muy
perra. No quiero que confundáis la definición, perra por fiel, por amigo de los
hombres… no mal interpretéis.
En
fin, decía que los que pueden tienen su trabajo y pagan sus facturas y que
ellos creen ser ciudadanos libres, libres por que pueden tirarse un pedo en la
calle será… Pienso como un empresario, o mejor aún, como un esclavista. ¿Qué es
mejor, no pagar a los trabajadores o pagarles y que se gasten el dinero que les
pago y el dinero que no tienen en comprar cosas que ellos mismo fabrican? Sé
que la idea es retorcida, pero es una auténtica genialidad. Se diría que al que
se le ocurrió era maestro en maquiavelismo. Así pues rompieron las cadenas, y
nos dieron el dinero. Nos dieron el dinero y nos crearon las necesidades,
¿comida? por supuesto, compre aquí, ¿ropa? faltaba más, compre aquí, ¿un
pisito?, evidentemente, compre aquí. Y así una tras otra, nos han creado
necesidades que no necesitábamos (valga la redundancia), pero en fin, ahora es
demasiado tarde, todo se puede mejorar por supuesto, pero quitarnos de eso va a
ser complicado, a todo el mundo o a casi todo el mundo le gusta comprarse
ropita, le gustaría vivir en una casa más grande y comer carne dos o tres veces
por semana. Quitarnos del consumismo, es complicado, pero por el amor de dios,
podemos quitarnos de la esclavitud a la que nos sometemos voluntariamente.
Veamos,
dejar de trabajar, obviamente no podemos, que dejemos de trabajar no nos
liberará. Hay un libro infantil, que se titula El último hombre libre de Manuel L. Alonso, que habla de la
relación de un niño con un vagabundo, que se hace llamar el último hombre
libre, pero sólo (¿sólo?) es literatura.
Esta
esclavitud, del trabajar para pagar nuestras facturas y nuestros caprichos,
está afianzada, no hay marcha atrás. En realidad la hay pero mucha sangre
costará, y uno que quizás es un soñador, cree que un día llegará o simplemente
reventará o nos harán reventar entre corea y estados unidos, no sé. Pero hay
otra esclavitud, una esclavitud a la que nos sometemos nosotros mismos, han
contaminado nuestro cerebro, de eso no hay duda, pero tenemos mucha suerte, el
cerebro humano es un órgano extraordinario y puede descontaminarse con cierta
facilidad, sólo hay que querer descontaminarlo. Y ahí radica el secreto de la
libertad. No creo que exista un solo cerebro en el mundo que no sea capaz de
limpiarse de la inmundicia en la que ha sido sumergido, como digo se trata de
un simple ejercicio de voluntad, pero es evidente que es mucho más sencillo
dejarse llevar, que el cerebro embrujado con malas artes siga al rebaño. El
problema de este rebaño es que no tiene pastor y sigue al perro, a un perro que
lo lleva por donde quiere.
No hay
una fórmula secreta para la descontaminación, no la tengo, así que si creíais
que iba a ser fácil podéis dejar de leer. Es un trabajo arduo, costoso y a
veces ingrato. Consiste en romper la capa de polvo que recubre el cerebro y
quitarse la venda de los ojos, ver a nuestro alrededor, empezar a romper las
cadenas del analfabetismo funcional y comenzar a comprender lo que sucede. Hay
que crearse opiniones propias, no podemos creer a pies juntillas lo que digan
en un noticiero o en un periódico. ¿Por qué tiene que ser cierto? Por que así
lo dicen ellos, así lo dice el perro que guía el rebaño. ¿Pero y si no fuese
cierto? Sé que duele, sé que es más sencillo, leer y creer, ver y creer, ya os
dije que quizás no era agradable. Charlar con vuestros semejantes, analizar lo
que dice, “Yo no veo donde está la crisis”, está bien él no lo ve, pero ¿y
vosotros? Haced un ejercicio práctico, id a ver la cola en las oficinas de
desempleo, esperad a que cierren los supermercados y observar a la gente que
revuelve en los desechos de las grandes superficies, no son vagabundos, la
imagen del mendigo barbudo y mal vestido murió, son gentes sencillas como
vosotros. Esa imagen, una sola imagen conseguirá que el polvo de vuestro cerebro
se disipe un poco más. Claro está si no cerráis los ojos y rezáis para que lo
que habéis visto no sea cierto, si lo hacéis el perro habrá ganado de nuevo.
Aunque
comencéis a ver la verdad, aunque sólo sea la diminuta punta de un inmenso y
devastador iceberg, no desesperéis, convertiros en seres apesadumbrados no os
ayudará. También debéis entreteneros, dedicar tiempo al ocio, pero cuidado ahí
también nos acechan, ahí también nos contaminan, hay que ir con pies de plomo
hasta en nuestro recreo. La televisión, por ejemplo, de cualquier cosa podéis
sacar algo bueno, pero tenéis que hacer un ejercicio, no han inventado nada
nuevo, los romanos ya tenían el circo para entretener a la plebe, ellos tienen
la televisión y el fútbol, divertíos, mirad y aprended pero no os descuidéis,
del mismo modo que un alcohólico será alcohólico hasta el día en que se muera,
un cerebro que estuvo contaminado y está en proceso de descontaminación puede
ser arrastrado nuevamente con una facilidad pasmosa.
Ya os
he dicho que no tengo ninguna solución, sólo puedo deciros lo que me funciona a
mí. Leer, pensar, hablar, todo ello libremente, no leáis lo que quieren que
leáis, o por lo menos no solamente. He de advertiros que hablar es una
actividad peligrosa, el ejercicio de hablar con cerebros contaminados es
peligroso, pueden ser violentos y ofensivos, no quieren oír lo que hay fuera de
la caverna, las sombras que refleja la fogata son suficientes para ellos, no
desesperéis necesitan pequeñas dosis de verdad, toda la verdad de golpe (si es
que alguien puede suministrarla) puede llegar a empachar, a sentar mal y si
sucede eso se vomitará como una comida demasiado pesada y nunca se digerirá.
Poco a
poco, el camino es largo. No hay nada maravilloso al final del camino, debo
decir la verdad, lo único que conseguiréis será el buen sabor de boca de
haberlo recorrido. Y la felicidad de vivir sin dios y sin amo.
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