lunes, 29 de abril de 2013

UN ARBOLITO


Me ha llegado una invitación para participar en una reforestación. Pasar un sábado o un domingo plantando árboles. Supongo que para completar esas tres míticas máximas: plantar un hijo, escribir un árbol y tener un libro, el limonero de mi balcón hace las veces de árbol plantado, así que…

La cuestión es que la invitación continuaba diciendo que la reforestación tenía un claro motivo: devolverle a la madre naturaleza lo que le habíamos quitado imprimiendo tanto. Así que era eso, es por nuestra conciencia, la conciencia de estar jodiendo a la tierra, de cortar sus árboles… Bueno, pues mi conciencia no está tranquila, ciertamente, pero os aseguro que no mejorará plantando un pino en un bosque yermo. Como dijo aquel: “Yo los pinos los planto en mi casa”.

Supongo que los que acudirán al acto público, a la gran plantada, no saben que la madera que consumimos en España, tanto la de nuestros muebles como la de nuestro papel, procede de países en vías de desarrollo (excelente eufemismo, ¿no os parece?, no es mío, por desgracia) donde las talas ilegales son prácticas habituales. Digo yo que si es un tema de conciencia deberíamos coger un avión e irnos al Amazonas o a los bosques de la India, pero conociendo como conozco a esta gente, lo más seguro es que plantasen el pino mediterráneo para acabar de joderles el ecosistema.

Dice George Carlin en uno de sus monólogos que una bolsa de plástico no terminará con la Tierra, que esta nos sobrevivirá a todos y que se reirá de nuestra contaminación y de nuestras miles de toneladas de basura. Puede ser cierto, lo que seguro que es cierto es que plantando árboles y haciendo una barbacoa no se va a solucionar nada.
El problema real es que no queremos salvar al planeta; en realidad, lo que queremos salvar es nuestra conciencia, un arbolito y listo, a cagar al campo. Hombre, señores, un poco de seriedad, hay que ser consecuente con nuestros actos; que plantemos un árbol, por muy simbólico que sea, es una soberana gilipollez. Lo mismo que esos que se quejan de mis zapatos de cuero o de mi afición por la caza, perdón, no por la caza sino por comer animales cazados. A toda esa panda de anormales los quiero cada día apostados en las puertas de las “fábricas” de pollos, donde los animales crecen y nacen hacinados en galpones, donde les encienden las luces tres veces al día para que crean que ha vuelto a amanecer y vuelvan a comer, alimentados con piensos cárnicos y anabolizantes que los llenan de agua y hacen que a los hombres nos crezcan las ubres. Pero es más mediático ponerse frente a una plaza de toros, desnudarse y pintarse de rojo. ¡Pero vamos, hombre, no me jodas!

El problema es que necesitamos como sea limpiar nuestra conciencia: plantando árboles, colocándonos frente a una plaza de toros, comprando verduras abonadas con excrementos de cabras que sólo comen coliflor y que nos cobran a precio de oro (hasta con nuestra conciencia hacen negocio). Todos estos actos, que nos hacen dormir a pierna suelta, yo me los paso por el forro de las pelotas.

Yo sé que el ser humano es un carroñero detestable, una especie repugnante de animal sediento de más y más. ¿De qué?, da igual, pero quiere más. Sabiendo eso y sabiendo además que mi conciencia no la he ensuciado yo y sabiendo también de donde viene la madera, de donde vienen nuestras pieles y nuestras comidas, lo que no haré es consumir y arrepentirme, ¿qué tal si no consumimos? ¿Complicado, no? Pues que nos jodan, ya reventaremos.

1 comentario:

  1. Reventaremos .... pero tambien se extinguieron los dinosaurios vencidos por la furia natural y la tierra sobrevivió ... ¿sobreviría otra vez a nuestra gran capacidad de destrucción ...?

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