Me senté con Frida retozando en
mi regazo a leer Las tumbas de Saint-denis de Alejandro Dumas y,
mientras lo ojeaba y acariciaba a Frida, me puse a pensar…
Parce ser que la noticia es real,
lo he investigado un poco, no mucho, pero sí lo suficiente como para darla
prácticamente por válida. Una empresa ha creado condones con sabor a beicon.
Sobran las palabras; es probable que si dejase de escribir y colgase estas
cuatro líneas, cada uno de vosotros supiese lo pienso sobre el tema.
¡Es una auténtica genialidad! ¡La
rueda, la bombilla, la penicilina y ahora los condones con sabor a tocino!
Pero debo comunicar al fabricante
que este producto, aunque ellos no lo sepan, está orientado a un público
mayoritariamente homosexual. Me explicaré: imagino que la empresa en cuestión
tendrá una especie de consejo de sabios o de pensadores que rumiarán
constantemente la creación de nuevos productos para no quedarse atrás con la
competencia; pues bien, debieron pensar que era más que probable que ninguna
mujer, y cuando digo ninguna me refiero aproximadamente al 98% de la población
femenina mundial, se metería en la boca un condón con sabor a cerdo, perdón,
beicon. Las razones son diversas, imagino que la invención de los condones de
sabores no fue otra que hacer más divertido el acto de la estimulación bucal
del pene, es decir, y lo diré sin tapujos, se crearon para ayudar a esos
maridos que no conseguían que los labios de sus mujeres rodeasen su glande,
¿cómo hacerlo? Una vez más, con comida. ¡Tutti
fruti! Con un envoltorio de un color atrayente, un olor agradable y un
sabor dulzón, muchos maridos consiguieron por fin lo que no habían conseguido
con interminables charlas. Llegados a este punto, ¿a qué mujer se la puede
convencer de que se meta algo en la boca premiándola con un trozo de panceta?
Además, ¿alguien ha pensado en las calorías? No sólo no están sudando al
hacerlo, sino que además están engordando, la idea es nefasta. Pero si
extrapolamos la situación al ámbito homosexual, ah amigos, ahí cambia la cosa,
estamos entre hombres. Homosexuales o no, los hombres son hombres, eso es un
hecho, un dato contrastable, y a casi cualquier hombre le importan un comino
las calorías, de hecho, la mayoría de hombres creen que la caloría es un
personaje de Xena, la princesa guerrera.
Además, el tocino nos suele gustar, asado, frito, con miel o con compota de
manzana, nos da igual, y si además está en medio, encima o debajo del sexo…
Perfecto.
¿Por qué no pistacho? ¿No han ido
nunca a una heladería? Pudiendo elegir entre decenas de sabores, he visto con
mis propios ojos a cientos de mujeres elegir un helado con sabor a un fruto
seco. Condones de pistacho, por el amor de Dios, ¿es que sólo he pensado yo en
esto? Ninguno de los miembros de la empresa que ha creado estos condones se lo
ha consultado a su mujer. ¿Lo han probado? O bien las mujeres de estos señores
son seres detestables que quieren que sus maridos se queden sin empleo, o
realmente la comunicación entre estas parejas es nefasta.
De todas formas, sigo defendiendo
este invento. Sé que no tiene mucho futuro, pero, como los antihéroes o los
personajes decrépitos, me atrae, aunque no pienso probarlo porque, entre otras
cosas, no quiero que mi mujer llegue a casa y me encuentre sentado en el sofá
chupando un preservativo; son cosas como esta las que hacen que las parejas se
rompan.
Pero, por si fuera poco, no son
sólo las mujeres las que no comprarán estos condones, tampoco han pensado ni en
los musulmanes ni en los judíos. ¡No comen cerdo, joder! De forma estimada, se
calcula que entre las dos religiones suman 1163 millones de personas… tantas
como clientes perdidos. Así que, si nos ponemos estrictos, hemos perdido al 98%
de la población femenina mundial y a 1163 millones de judíos y musulmanes. Un montón,
¿no os parece? Y eso que no he tenido una cajetilla de este producto en mis
manos, pues así podríamos saber si contiene o no gluten; si lo contuviese,
deberíamos eliminar también a los celiacos. En fin, un desastre.
Es cierto que el mercado de productos
dirigidos a los homosexuales es un mercado en auge, pero supongo que, por algún
tipo de prejuicio, este mercado tiene cierta clase; no me imagino a una pareja
homosexual comprando condones de panceta en lugar de unos clásicos retardantes
con sabor a vainilla.
Aun así, pese a todos los contras
que le hemos (he) encontrado al producto, lo defenderé, hasta que
inevitablemente desaparezca de las estanterías de los supermercados. Aunque
sólo sea para probar, insto a todos aquellos maridos que consiguieron, gracias
a los condones tutti fruti, que sus
mujeres se acercasen a su entrepierna, a comprar los tocicondones y que los mezclen con los que ya tienen en la mesilla
de noche. ¿Quién sabe?, quizás una noche, en la vorágine del amor, su amada
esposa se confunda y elija el condón equivocado, sólo esperemos que no sea
celiaca.
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