jueves, 11 de abril de 2013

TUTTI FRUTI


Me senté con Frida retozando en mi regazo a leer Las tumbas de Saint-denis de Alejandro Dumas y, mientras lo ojeaba y acariciaba a Frida, me puse a pensar…
Parce ser que la noticia es real, lo he investigado un poco, no mucho, pero sí lo suficiente como para darla prácticamente por válida. Una empresa ha creado condones con sabor a beicon. Sobran las palabras; es probable que si dejase de escribir y colgase estas cuatro líneas, cada uno de vosotros supiese lo pienso sobre el tema.
¡Es una auténtica genialidad! ¡La rueda, la bombilla, la penicilina y ahora los condones con sabor a tocino!

Pero debo comunicar al fabricante que este producto, aunque ellos no lo sepan, está orientado a un público mayoritariamente homosexual. Me explicaré: imagino que la empresa en cuestión tendrá una especie de consejo de sabios o de pensadores que rumiarán constantemente la creación de nuevos productos para no quedarse atrás con la competencia; pues bien, debieron pensar que era más que probable que ninguna mujer, y cuando digo ninguna me refiero aproximadamente al 98% de la población femenina mundial, se metería en la boca un condón con sabor a cerdo, perdón, beicon. Las razones son diversas, imagino que la invención de los condones de sabores no fue otra que hacer más divertido el acto de la estimulación bucal del pene, es decir, y lo diré sin tapujos, se crearon para ayudar a esos maridos que no conseguían que los labios de sus mujeres rodeasen su glande, ¿cómo hacerlo? Una vez más, con comida. ¡Tutti fruti! Con un envoltorio de un color atrayente, un olor agradable y un sabor dulzón, muchos maridos consiguieron por fin lo que no habían conseguido con interminables charlas. Llegados a este punto, ¿a qué mujer se la puede convencer de que se meta algo en la boca premiándola con un trozo de panceta? Además, ¿alguien ha pensado en las calorías? No sólo no están sudando al hacerlo, sino que además están engordando, la idea es nefasta. Pero si extrapolamos la situación al ámbito homosexual, ah amigos, ahí cambia la cosa, estamos entre hombres. Homosexuales o no, los hombres son hombres, eso es un hecho, un dato contrastable, y a casi cualquier hombre le importan un comino las calorías, de hecho, la mayoría de hombres creen que la caloría es un personaje de Xena, la princesa guerrera. Además, el tocino nos suele gustar, asado, frito, con miel o con compota de manzana, nos da igual, y si además está en medio, encima o debajo del sexo… Perfecto.
¿Por qué no pistacho? ¿No han ido nunca a una heladería? Pudiendo elegir entre decenas de sabores, he visto con mis propios ojos a cientos de mujeres elegir un helado con sabor a un fruto seco. Condones de pistacho, por el amor de Dios, ¿es que sólo he pensado yo en esto? Ninguno de los miembros de la empresa que ha creado estos condones se lo ha consultado a su mujer. ¿Lo han probado? O bien las mujeres de estos señores son seres detestables que quieren que sus maridos se queden sin empleo, o realmente la comunicación entre estas parejas es nefasta.
De todas formas, sigo defendiendo este invento. Sé que no tiene mucho futuro, pero, como los antihéroes o los personajes decrépitos, me atrae, aunque no pienso probarlo porque, entre otras cosas, no quiero que mi mujer llegue a casa y me encuentre sentado en el sofá chupando un preservativo; son cosas como esta las que hacen que las parejas se rompan.
Pero, por si fuera poco, no son sólo las mujeres las que no comprarán estos condones, tampoco han pensado ni en los musulmanes ni en los judíos. ¡No comen cerdo, joder! De forma estimada, se calcula que entre las dos religiones suman 1163 millones de personas… tantas como clientes perdidos. Así que, si nos ponemos estrictos, hemos perdido al 98% de la población femenina mundial y a 1163 millones de judíos y musulmanes. Un montón, ¿no os parece? Y eso que no he tenido una cajetilla de este producto en mis manos, pues así podríamos saber si contiene o no gluten; si lo contuviese, deberíamos eliminar también a los celiacos. En fin, un desastre.
Es cierto que el mercado de productos dirigidos a los homosexuales es un mercado en auge, pero supongo que, por algún tipo de prejuicio, este mercado tiene cierta clase; no me imagino a una pareja homosexual comprando condones de panceta en lugar de unos clásicos retardantes con sabor a vainilla.
Aun así, pese a todos los contras que le hemos (he) encontrado al producto, lo defenderé, hasta que inevitablemente desaparezca de las estanterías de los supermercados. Aunque sólo sea para probar, insto a todos aquellos maridos que consiguieron, gracias a los condones tutti fruti, que sus mujeres se acercasen a su entrepierna, a comprar los tocicondones y que los mezclen con los que ya tienen en la mesilla de noche. ¿Quién sabe?, quizás una noche, en la vorágine del amor, su amada esposa se confunda y elija el condón equivocado, sólo esperemos que no sea celiaca. 

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