Imagino que la niña salió del colegio como salen los niños,
como salía yo y como salimos todos, en estampida. Corriendo, saltando y riendo.
Hasta ahí todo normal, sigue siendo normal si les cuento que a las puertas del
centro la esperaba su abuela, ¿a quién no le ha ido a buscar su abuelo o abuela
al colegio? La niña salió y la abuela pudo observar como su nieta llevaba la
cara pintada. Y para resumir la historia, se acercó a la maestra y le dio una
bofetada, pero no una bofetada suave recriminatoria ―hecho que también sería
censurable, ojo― sino una hostia de órdago, tal fue el tabanazo que la maestra
cayó al suelo, y los días posteriores lució una evidente hinchazón y dolores
lumbares.
En el juicio la anciana agresora aducía que no sabía que la
mujer fuese funcionaría… Veamos no es que a un funcionario no se le pueda
golpear, en realidad se le puede golpear perfectamente, se le puede golpear con
una pescadilla, con un calcetín sucio, con una caña de lomo, con la mano
abierto o con el tomo Ñ de la enciclopedia, lo que sucede es que no se debe
hacer. Por poder, la anciana podría acudir a la puerta del colegió con una
bolsa de pestiños y lanzárselos a los profesores que no le caigan bien, pero
evidentemente deberá asumir las consecuencias de sus actos.
La verdad es que de un tiempo a esta parte nos hemos
desmadrado, en este y en otros muchos temas, sucede que los niños resultan
intocables. Vean lo que ha sucedido cuando una niña ha salido de clase con la
cara pintada, imagino que tras realizar alguna actividad, ¿qué hubiese sucedido
si la niña le cuenta a su abuela que la seño la ha castigado por hablar en
clase? Lo mínimo es que la abuela hubiese sacado una navaja de barbero y
hubiese marcado las mejillas de la maestra, se me ocurre como una acción
reacción digna de la señora.
No soy partidario de ese maestro gris, casposo y malvado de
la época más oscura de España, ese maestro que golpeaba a los niños con una
regla, los colocaba en forma de cruz con libros en las palmas o que colocaba
unas orejas de burro, pero tampoco soy partidario de que los niños campen a sus
anchas por el colegio haciendo lo que les venga en gana. Ni tanto ni tan calvo.
Y los padres, entre otros, han contribuido a que el mero hecho de reñir a un mozalbete
por tirarle de las trenzas a una compañera sea motivo de ira en contra de los
maestros.
Les diré que yo he tenido profesores que merecían ser
deportados a Siberia, auténticos analfabetos sentimentales y horribles
docentes, que iban a clase a pasar el día y a hacer acto de presencia, tampoco
digo que hubiese que golpearlos, pero… lo dejaré ahí. Pero por regla general
estamos hablando de gente preparada que ama su trabajo, no se debería consentir
que alguien que no tiene vocación educase a nuestros churumbeles, y que acepta
a nuestros retoños para formarlos, no sólo académicamente sino como personas,
es decir, el castigo forma parte de la educación. Un niño sin límites puede
convertirse en un auténtico monstruo, puede ser buen estudiante, pero no tendrá
ningún límite actuará en el libre albedrío. No se le castiga por que sufre, no
se le castiga por qué el padre colérico aparecerá por la sala de profesores
dispuesto a quemar en una pira al profesor de turno, no se le imparte disciplina
porque no son formas…. ¿Y qué sucede? Se convierte en un diablo terrenal, que
no comprende de respecto, de solidaridad, de amor a sus semejantes, de
comprensión, maldita sea ya hemos tenido algún que otro presidente del gobierno
con estas cualidades, ¿no les parece que es hora de tomar cartas en el asunto?
No hay comentarios:
Publicar un comentario