lunes, 28 de octubre de 2013

TRUCO O TRATO MIS PELOTAS

Yo estoy por la multiculturalidad, por adoptar tradiciones y fiestas, me encanta que los chinos celebren su año nuevo, en realidad me encanta que cada comunidad celebre sus fiestas. Supongo que los alemanes fliparán con los españoles, que se han ido recientemente en este afán aventurero que nos caracteriza, cuando lleguen las navidades y nos vean más borrachos que Ernesto de Hannover, cantando villancicos con una zambomba y una botella de anís. Y eso sucederá por qué existe una comunidad de Españoles, Manolos, Luíses, Pacos, Marías, Rocíos y Luisas que querrán de una forma u otra mantener alguna tradición, hasta ahí bien.

¿Pero alguien me puede decir por qué carajo celebramos al maldito Halloween? No he visto un reducto de inmigrantes Yankees, en un barrio periférico, un Little Wisconsin o algo parecido. Simplemente es una invasión cultural, sin armas ni guerras, sin heridos ni mutilados, pero una invasión al fin y al cabo. Todo empezó con el gordo barbudo que viste de rojo y se te mete por la chimenea, a lo deshollinador con sobrepeso y eso no mola nada caballeros. Los reyes magos, serán tres hippies que van con sus camellos repartiendo felicidad, pero uno los espera, les deja su cava en el balcón, sus polvorones y el agua para los animales, se ponen hasta el ojete, dejan los regalos y se van. Pero no me puedo imaginar a un gordo colándose por la chimenea de un pueblo de castilla sin recibir una ensalada de perdigones por parte del patriarca de la familia, asomaría la jeta por el hogar y  Raimundo el hortelano le sonreiría, la famosa hospitalidad castellana y le regalaría una ración de puntería practicada durante décadas de domingos de caza.
 Ya les digo que si un grupo de americanos celebrase su fiesta de los muertos a su manera, me la llevaría al pairo, pero óiganme, aquí de eso nada, aquí a lo peliculero. En lugar de celebrarlo como se ha hecho toda la vida de dios, con las castañas y los moniatos, con los panellets (en el caso de Catalunya) y con el moscatel, ahora tenemos que sufrir a madres disfrazadas de vampiresas cachondas, a muertos vivientes paseando por las calles. Pero que lo hagan los demás… me importa lo justo, lo que realmente me molesta es que me quieran obligar, ¿Pero qué he hecho yo para merecer esto? En las oficinas, en lugar de descorchar una botellita de cava y de comerse cuatro castañas, te recomiendan que vengas disfrazado de Jack el destripador o de la momia de Fraga, de qué da igual, pero tienes que venir disfrazado, yo ya voy disfrazado cada día señores, de currela sodomizado, ¿Les parece que eso no es tétrico de por sí?

No me llamo Jimmy y vivo en Connecticut, no quiero disfrazarme de Cruella de Vil y mucho menos el mismo día que nosotros ya tenemos una fiesta organizada, ¿menos exótica? Yo no necesito exotismo, yo necesito castañas pilongas, moniatos asados y vino dulce, eso necesito. Aún no ha sucedido, pero sucederá se lo aseguro, tarde o temprano, estaré tan tranquilo en mi casa ensuciando el sofá de cáscaras de frutos secos y sonará el timbre, me levantaré y veré a un Supermán adolescente, a una Lady Gaga con demasiado maquillaje (que ya es decir) y me dirán mirándome fijo: “¿Truco o trato?”¿Y qué quieren que haga yo ante esa situación? Ya les he dicho que no soy Jimmy de Conecticut, no tendré una calabaza llena de dulces, se lo aseguro, no la tendré, y he visto películas, sé lo que hacen esos cabroncetes si no les das caramelos, te joden la puerta a huevazos. Puedo soportar muchas cosas, vendedores ambulantes o testigos de Jehová, todos recibirán mi dosis de sarcasmo, pero lo que no puedo soportar es que cuatro mocosas me ajusticien con proyectiles gallináceos. Y no me gustaría ponerme violento con dos niños que no han sido educados en una bonita tradición castañera.  ¿Pero qué me queda? Atrincherarme en casa y al día siguiente salir con una espátula para arrancar los trozos de cáscara de la puerta, eso nunca, yo sé lo que haré, colgaré del pomo de la puerta una calabaza de plástico llena de dormidina y de laxantes, no hay nada peor que dormirse y cagarse al mismo tiempo, así aprenderán esos arrapiezos a respetar mis tradiciones, cuando un hombre come moniatos y bebe moscatel no debe ser molestado, ya me ocuparé al día siguiente de no pisar a ningún niño cuando baje las escaleras, olerá mal, puede ser, pero entre el olor a chucherías y a excremento, olerá a victoria, a tradición y a victoria. Truco o trato mis pelotas. 

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