¿Es que un caluroso
no tiene ojos? ¿Es que un caluroso no tiene manos, órganos, proporciones,
sentidos, afectos, pasiones? ¿Es que no se alimenta de la misma comida, herido
por las mismas armas, sujeto a las mismas enfermedades, curado por los mismos
medios, calentado y enfriado por el mismo verano y por el mismo invierno que un friolero? Si nos pincháis, ¿no sangramos? Si nos hacéis
cosquillas, ¿no nos reímos?, Si nos envenenáis, ¿no nos morimos? Y si nos
ultrajáis, ¿no nos vengaremos?
Este es un manifiesto de solidaridad, un texto de
camaradería, un tratado de adhesión, un escrito de fraternidad y unión para
todos aquellos que como yo tienen el termostato roto. Para todos aquellos que
no sonríen cuando aparece el verano, que miran al sol con desconfianza, y que
son recelosos de la supuesta felicidad que da el calorcito.
Dedico estas líneas a todos aquellos que arrastran su
osamenta por el bochorno, que languidecen por una vereda soleada y que por fin
respiran bajo la sombra de un árbol. A
todos aquellos que no les brilla la mirada con un caluroso día, que no se
alborozan la arena caliente. A todos ellos les brindo mi comprensión y mi compañerismo
ante este falso otoño que nos acompaña.
Debemos una vez más unir nuestras fuerzas y no nuestros
cuerpos, pues juntos sudamos más, para defender lo nuestro, lo que nos toca por
derecho, no diría divino, pero si derecho inalienable, un otoño y un invierno
como dios manda. ¿Qué significa este octubre caluroso? ¿Qué pretenden nuestras
deidades con este bochornoso espectáculo de otoño canicular?
Sabrá el lector
perdonar tamaña licencia poética del Mercader de Venecia, pero uno se
siente así, ultrajado, maltratado, traicionado y vilipendiado. ¿Tengo o no
tengo los mismos derechos que aquel que sufre el frío, a él indudablemente le
llegará su fiesta estival, su calor, su aire caliente, sus playas… ¿Por qué demoran
así mi felicidad?, ¿Por qué siguen permitiendo que mi camisa empapada se pegue
a mi espalda y a mi pecho? Compañeros de calvario, no hay lucha posible, no hay
enemigo tangible, no es un ser real con el que luchamos, es una fantasía producida
por el calor, un espejismo, una lucha perdida, lo único que nos queda es
esperar quietos, respirando pausadamente, reduciendo nuestro ritmo para
aminorar la transpiración y soñar con esos aires que vendrán, tarde o temprano
vendrán, esos aires de la Europa nórdica que helarán el ambiente, que segarán
las hojas de los árboles y que nos marcarán a hielo una sonrisa en nuestras
caras.
Compañeros, camaradas, sabed que no estáis solos en esa cruzada,
comprended que aunque se nos retrase la felicidad, algún día el verano durará
mucho menos y no durará como dice la canción lo que tarde en llegar el
invierno. Que algún día seremos nosotros los que nos reiremos, los que
disfrutemos más tiempo de las sopas calientes, de los estofados, de las tardes
de domingo lluvioso, de una manta en los pies, de un chocolate caliente y de
vez en cuando saldremos al balcón, furtivos, respiraremos un aire helado que nos
comprimirá las fosas nasales. Querremos gritar, brincar, pero no lo haremos,
pues nosotros somos solidarios, nosotros sabemos lo que deben durar las cosas,
y sabremos que aunque el verano haya terminado prematuramente y no sea lógico
ese frío tan temprano, tan revitalizante, deberá terminar. Y sabremos aceptar
que el próximo año el verano dure quizá un poco más, que disfruten ellos que también
tienen derecho. Sólo pedimos lo que nos merecemos, ni más ni menos.
¿Y qué es lo queremos? Queremos callos, queremos lentejas, sopas y
consomés, queremos estufas y bufandas, queremos vientos helados, remolinos de
hojas secas, queremos castañas asadas y boniatos al horno, queremos gorros de
lana, queremos autobuses atestados de gente abrigada, queremos lo que queremos
y lo queremos porque lo merecemos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario