lunes, 7 de octubre de 2013

QUEREMOS CASTAÑAS ASADAS

¿Es que un caluroso no tiene ojos? ¿Es que un caluroso no tiene manos, órganos, proporciones, sentidos, afectos, pasiones? ¿Es que no se alimenta de la misma comida, herido por las mismas armas, sujeto a las mismas enfermedades, curado por los mismos medios, calentado y enfriado por el mismo verano y por el mismo invierno que un friolero? Si nos pincháis, ¿no sangramos? Si nos hacéis cosquillas, ¿no nos reímos?, Si nos envenenáis, ¿no nos morimos? Y si nos ultrajáis, ¿no nos vengaremos?

Este es un manifiesto de solidaridad, un texto de camaradería, un tratado de adhesión, un escrito de fraternidad y unión para todos aquellos que como yo tienen el termostato roto. Para todos aquellos que no sonríen cuando aparece el verano, que miran al sol con desconfianza, y que son recelosos de la supuesta felicidad que da el calorcito.
Dedico estas líneas a todos aquellos que arrastran su osamenta por el bochorno, que languidecen por una vereda soleada y que por fin respiran bajo la sombra de un árbol.  A todos aquellos que no les brilla la mirada con un caluroso día, que no se alborozan la arena caliente. A todos ellos les brindo mi comprensión y mi compañerismo ante este falso otoño que nos acompaña.
Debemos una vez más unir nuestras fuerzas y no nuestros cuerpos, pues juntos sudamos más, para defender lo nuestro, lo que nos toca por derecho, no diría divino, pero si derecho inalienable, un otoño y un invierno como dios manda. ¿Qué significa este octubre caluroso? ¿Qué pretenden nuestras deidades con este bochornoso espectáculo de otoño canicular?
Sabrá el lector perdonar tamaña licencia poética del Mercader de Venecia, pero uno se siente así, ultrajado, maltratado, traicionado y vilipendiado. ¿Tengo o no tengo los mismos derechos que aquel que sufre el frío, a él indudablemente le llegará su fiesta estival, su calor, su aire caliente, sus playas… ¿Por qué demoran así mi felicidad?, ¿Por qué siguen permitiendo que mi camisa empapada se pegue a mi espalda y a mi pecho? Compañeros de calvario, no hay lucha posible, no hay enemigo tangible, no es un ser real con el que luchamos, es una fantasía producida por el calor, un espejismo, una lucha perdida, lo único que nos queda es esperar quietos, respirando pausadamente, reduciendo nuestro ritmo para aminorar la transpiración y soñar con esos aires que vendrán, tarde o temprano vendrán, esos aires de la Europa nórdica que helarán el ambiente, que segarán las hojas de los árboles y que nos marcarán a hielo una sonrisa en nuestras caras.
Compañeros, camaradas, sabed que no estáis solos en esa cruzada, comprended que aunque se nos retrase la felicidad, algún día el verano durará mucho menos y no durará como dice la canción lo que tarde en llegar el invierno. Que algún día seremos nosotros los que nos reiremos, los que disfrutemos más tiempo de las sopas calientes, de los estofados, de las tardes de domingo lluvioso, de una manta en los pies, de un chocolate caliente y de vez en cuando saldremos al balcón, furtivos, respiraremos un aire helado que nos comprimirá las fosas nasales. Querremos gritar, brincar, pero no lo haremos, pues nosotros somos solidarios, nosotros sabemos lo que deben durar las cosas, y sabremos que aunque el verano haya terminado prematuramente y no sea lógico ese frío tan temprano, tan revitalizante, deberá terminar. Y sabremos aceptar que el próximo año el verano dure quizá un poco más, que disfruten ellos que también tienen derecho. Sólo pedimos lo que nos merecemos, ni más ni menos.

¿Y qué es lo queremos? Queremos callos, queremos lentejas, sopas y consomés, queremos estufas y bufandas, queremos vientos helados, remolinos de hojas secas, queremos castañas asadas y boniatos al horno, queremos gorros de lana, queremos autobuses atestados de gente abrigada, queremos lo que queremos y lo queremos porque lo merecemos. 

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