Su verdadero nombre era Edward Teach pero en su mundillo se
le conocía como Barbanegra. Era todo
un ídolo, al tipo le gustaba ser pirata más que un político un maletín, y no
sólo era pirata, sino que fue el precursor del look de pirata. Parece ser que
al gachón le gustaba vestir con un sombrero de tres picos con plumas, llevar
varias espadas y varias pistolas de diferentes calibres, además, y para más inri,
enredaba en su espesa barba negra mechas de cañón que encendía cuando entraba
en combate. El Michael Jackson de la piratería.
El final de Barbanegra,
fue como se esperaba, un final digno de él, los honrados comerciantes de
esclavos, se cansaron de sus constantes saqueos y pidieron ayuda al gobierno de
Virginia quien mandó al capitán Robert Maynard en busca del filibustero, le dio
caza y tras pegarle más de cinco tiros cayó, fue decapitado y colgaron su
cabeza como un adorno de navidad. Así terminó el bueno de Teach.
Si algo tienen que ver Barbanegra
y Abdi Hasan alias Afweyne (Bocazas)
es que tienen la barba negra y se dedicaban a los mismo, a la piratería. Barbanegra a su rollo con sus mechas
prendidas y sus saqueos y el Bocazas a
lo suyo por las costas Somalíes secuestrando barcos y pidiendo rescates. Hasta
ahí todo normal, son piratas, ¿Qué van a hacer? No creo que sus madres hayan
sido las madres más orgullosas, pero, en cada casa…
La cuestión es que sea en el siglo XVII o en el siglo XXI el
tema de la piratería no está bien visto y se les da caza como conejos en su
madriguera, que yo no digo que no oiga, sólo comento como han cambiado las
cosas. A mi primo Barbanegra lo
atiborraron de plomo e hicieron una piñata con su cabeza, y al Bocazas se la
han dado con queso en Bélgica nada más ni nada menos, de Somalia a Bélgica,
tócatelos. Y no un queso fresco, tipo burgos, poco oloroso y suave no, se la
han dado con queso cabrales por lo menos. Al amigo de lo ajeno Hasan lo han
engatusado pero bien engatusado. Se conoce que el servicio secreto Belga, al
más puro estilo Hércules Poirot, le ha hecho creer que un productor de cine
quería hacer una película sobre su vida. Y el Bocazas, que parece que debe
tener un ego como los testículos de un toro de Hersfor, ahí que se ha ido, y al bajar del avión… La cara del
rapaz, para verla oiga, imagino que la boca le llegaba al suelo, le han calado
las esposas y se lo han llevado a una celda de una prisión de Brujas.
Y uno se pregunta, ¿Quién ha tenido un final más digno? Pues
no sé cómo será el gremio de piratas, pero si hay un sindicato y se reúnen las
navidades para hacer una cena, al Bocazas le van a pitar los oídos pero bien. Por qué si yo
fuese pirata, que no digo que no me guste el look, pero me faltan agallas, me
reiría de Abdi Hasan hasta que me doliera. Por lo menos Barbanegra lo dio todo hasta el final, prendió las mechas de su
barba e imagino que dijo alguna frase espectacular tipo John Wayne: “Nos
veremos en el infierno majaderos”. Y nada, se lo llevaron por delante a balazo
limpio. Pero al Bocazas… el muchacho es el hazmerreír de la cofradía, los que
eran sus marineros se avergüenzan y buscarán trabajo donde puedan, pues no se
atreven a poner el currículum que trabajaban para el fantoche que se ha dejado
coger por peliculero y los demás piratas jefes, pues imagínense, entre ron y
ron, chiste que te va:
―¿Cuántos años le han caído al Bocazas?
―Dicen que cincuenta.
―Bueno que no se preocupe, en el invierno de Bélgica, los
días son más cortos.
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