Hay un refrán que dice: consejos vendo y para mí no tengo. Y
otro relacionado: se odia más a un mal consejero que a un enemigo. Por eso me
cuido mucho de dar consejos, y aún más de recibirlos de según quien. Como es
del ser humano, condición sine qua non
el no pensar, como hablamos con cierta ligereza sin que nuestros pensamientos
pasen un filtro antes de convertirse en palabras, hay que ir con pies de plomo.
Creo que los únicos consejos que se pueden seguir,
evidentemente no a pies juntillas, son los culinarios, aquellos que probablemente
no van cargados de malicia o inquina, saque la carne un poco antes de la nevera
antes de ponerla en la plancha, como desalar un bacalao, quite el exceso de
grasa del caldo, envuelva los aguacates en papel de periódico para que maduren
más rápido. En definitiva son consejos que no pueden causarte más daño que un
dolor de barriga.
Pero hay consejos que vienen cargados de estupidez. Hay que
diferenciar, hay consejos que vienen de personas que te quieren y aprecian pero
que no tienen ningún sentido y que terminarán por hacerte daño y hay otros que
proceden de personas que no te tienen en estima y que inevitablemente
terminarán dañándote. Volviendo a la cocina, cuando uno va a la frutería no se
queda con la primera manzana que ve, elije, rebusca en el montón y desecha las
que tienen algún golpe, las que están muy verdes o las que no tienen buen
aspecto, ¿por qué no hacemos lo mismo con los consejos?
Los consejos son gratuitos, no cuestan nada, salen de la
boca o de cualquier otro orificio sin destilar, así nomás, a bocajarro. Sucede
a menudo que el receptor no se encuentra en las mejores condiciones de meditar
las palabras del emisor y las toma como ciertas. ¡Error! Por muy abatido que
esté uno debe concentrarse en escuchar, en desgranar cada palabra y meditar la
acción reacción.
Nadie puede ponerse en tu lugar, a excepción del que ha
pasado la misma situación que tú estás pasando, y aun así cada persona digiere
de forma distinta y cada carácter permite o acepta una u otra reacción. ¿De qué
le servirá el mismo consejo a un persona segura de sí misma con un perfil fuerte
a una dubitativa e indecisa?
Y ahora… ahora pienso, tras escribir estas líneas ¿Esto que
digo, esto que escribo no es acaso un consejo? ¿No estoy recomendado no aceptar
los consejos sin filtrarlo? ¿Quién les dice que este consejo que les doy no es
un mal consejo? Quizá lo que deberían hacer es eliminar cualquier filtro y
aceptar como válidos todos los consejos que lleguen a sus oídos, o por lo
contrario hacer caso a mi consejo y cribar y elegir.
Lo sé, sirve de poco o nada, y en realidad, mi
contradicción, mi eterna contradicción no hace más que reafirmar mi teoría.
¿Qué carajo sé yo de lo que les servirá a ustedes? No puede saber nada más de
lo que a mí me sucede.
Sin más preámbulos ni dilaciones, daré un consejo, para no
perder la tradición de la contradicción, beban ustedes mucho zumo de naranja,
es rico en vitamina C. Aunque hay gente que dice que se trata de una leyenda
urbana y no es tan vitamínico el león como lo pintan, de todas formas bébanlo,
no tendrá vitamina C, pero es zumo y de naranja, de eso si estoy seguro.
Hay una rima en una canción que escribí con un amigo que cita lo siguiente:
ResponderEliminarVariaciones en tu vida que te hacen pecar
Cualquier excusa suena bien a quien vas a engañar
Deja de rallar_te, ahora va y compar_te
Consejos vendo y para mi no tengo este es mi ar_te
Deja de odiar_te a ti mismo, tio
Es como tirarte de repente hacia el abismo,
Mis motivos emotivos vengo a darte
Te quiero ver entero piensa basta de atrapar_te
(los guiones són para rimarlo como dios manda, pequeñas señas ;)
Por ciert, 100% deacuerdo con el texto, pero gracias a los consejos tenemos más visiones que la nuestra.
ResponderEliminarAbrazos y a seguir así